El seguimiento de Fe y amor a Jesús es nuestra gran razón de
ser y existir en este mundo como verdadera familia de Dios.
En los congresos, retiros o
encuentros Carismáticos cuando tenemos la oportunidad de la hora santa o
Adoración Eucarística llenos de Espiritualidad del Espíritu Santo; Jesús camina
entre la gente y a nosotros nos toca caminar tras sus huellas para recibir esa sanación
o liberación tan esperada.
El servidor Carismático debe caracterizarse por la fe y la continuidad
en la Oración. Esta a su vez, se expresa en la confianza absoluta y en el
abandono incondicional (Lucas 1,38) en la persona de Jesús.
Ser un buen servidor y un buen discípulo es seguir las
huellas de Cristo, formar parte de su compañía, establecer una profunda comunión
vital con ÉL.
Seguir las huellas de Jesús fue la gran obsesión de San
Francisco de Asís. Su anhelo, poner sus pisadas allí donde las puso Cristo;
esto lo condujo a una forma especial de vida.
Quien se atreve a seguir a Jesús no puede esperar un futuro y una suerte distinta a la del señor. En el camino está la cruz, la persecución, el conflicto, la crítica, la envidia, la negación de sí mismo y la muerte; como premisas de la liberación y de la exaltación que provienen del señor Jesús.
Esto solo es posible cuando el servidor asume el seguimiento incondicionalmente (Mateo 10,24) quien sigue a Jesús no camina en tinieblas, sino que está llamado a poseer la luz de la vida. Y en este sentido seguir las huellas de Jesús, es lo mismo que llegar a la Fe, reconociendo en ÉL la fuente transformada de la existencia.
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