Al reflexionar en las Sagradas escrituras se nos confirma una vez más de que el poder de Cristo sobre la enfermedad, un espíritu demoniaco, una depresión, un cáncer; la cura cuando se cree en Cristo es efectiva e infinita.
“Tengan Fe en Dios. Les aseguro que él que diga a este cerro: Levántate de ahí y tírate al mar y no dude en su corazón sino que crea que sucederá lo que dice; lograra lo que pide” (Marcos 11-23).
El Carisma o don de fe, está precisamente en que este último conlleva
la plenitud de la Fe y esta plenitud de la Fe no se concede a todos los miembros
de la comunidad Cristiana sino a aquellos a los que Cristo eligió para un
Ministerio especifico, en nuestro caso para orar con confianza y sin reservas
interiores por los enfermos.
En el Ministerio de sanación si bien la fe del que ora es importante, en última instancia la Fe que sana, libera y fortalece es la Fe en el poder de Dios.
Por Ejemplo cuando Oro por los enfermos yo no creo en mi Fe
sino en mi Dios y en su poder sanador. Creo en la fidelidad de mi Dios que ha
prometido escuchar la Oración humilde,
sencilla, confiada y perseverante. ¡Dios es fiel y cumple sus promesas!
Creo en el poder de mi Dios, para quien todo es posible. ¡Dios
todo lo puede!
Pudo sanar a los paralíticos y a los leprosos; pudo devolver
la vista a los ciegos y la audición a los sordos; pudo resucitar a los muertos
y ¿No va a poder sanar a este enfermo por quien yo estoy Orando? Dios todo lo puede! Pensar lo contrario sería delimitar todo su poder sanador y
liberador infinito. Esta Fe así descrita, no es otra cosa que un apoyarse
enteramente en Dios.
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