Rev. José Eugenio Hoyos
(Catholic Herald)
Nuestra comunidad hispana católica inmigrante tiene mucho
que agradecer a Dios en este país que nos ha dado la oportunidad de establecer
nuestros hogares. Es por eso que cuando llega el Día de Acción de Gracias, los
hispanos no pensamos solamente en la cena de pavo, ni en el pastel de calabaza,
sino en la oportunidad de parar en nuestro trabajo, de olvidarnos de nuestros
problemas o necesidades y darle gracias a Dios por todo lo que Él nos da; por
la salud, el trabajo, la familia y nuestra Iglesia.
Nosotros celebramos este Día de Acción de Gracias a nuestra
manera. Lo primero es reunirnos en familia, ir a la Iglesia y pedir a Dios por
nuestro bienestar, por nuestra protección y para que algún día se dé una
reforma migratoria justa.
Una de nuestras características como hispanos es que somos
eternamente agradecidos hasta por las cosas pequeñas que Dios nos regala. Nunca
perdemos la esperanza de un mejor mañana. Hay un ejemplo que nos llama mucho la
atención y se trata de la gratitud hacia Dios. En el Brasil, un grupo de
científicos visitó una tribu indígena,
en la selva. Dialogaron con los indios sobre distintos temas y así hablaron
sobre Dios: “¿Le rezan ustedes a Dios?, por supuesto que le rezamos a Dios, y
¿Qué le piden?, qué le vamos a pedir si Dios nos da todo. Entonces, ¿para qué
le rezan a Dios? Le rezamos a Dios para darle gracias por lo mucho que nos da
cada día”.
Yo te pregunto a ti que estás leyendo esta reflexión, ¿haces
tú lo mismo todos los días? ¿Das gracias sin cesar por tantos beneficios? ¿Por
amanecer vivo cada día? Ojalá estés afiliado al club de los agradecidos y no al
club de los ingratos. Ojalá el cálido aroma de la gratitud te acompañe siempre
y seas consciente de que en la balanza de la vida, el bien pesa mucho más que
el mal.
No olvides que hay que agradecer todos los días y no esperar
al cuarto jueves de cada noviembre para agradecer a Dios. La gratitud es una
puerta abierta al optimismo. Nada mejor que dar gracias sin cesar. Esa es la
mejor plegaria. Te doy gracias y siento que contigo soy capaz de vencer las
penas y el desaliento. Gracias Señor, a pesar de los temores, preocupaciones o
problemas, la vida es un milagro permanente. Gracias Señor por estar aquí.
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