En
uno de los congresos de sanción interior donde fui invitado como predicador en
la ciudad de San Salvador, El Salvador, Centro América. Un joven se me acerco
en uno de los descansos y me pregunto: “Padre Hoyos, ¿La Renovación Carismática
es una secta dentro de la Iglesia Católica?”. Y con gran sorpresa por su pregunta
le respondí “no”. Todo lo contrario es un regalo divino que Dios ha puesto para
iluminar a nuestra Iglesia. No es ni siquiera un movimiento más o menos una
secta o un culto. Es una corriente de gracia espiritual.
El
mismo San Juan XXIII nos dijo que después del Vaticano II habría un nuevo Pentecostés
para la Iglesia. Después del concilio nace esta bendita corriente como un
poderoso regalo del Espíritu Santo. Las sectas son fundadas por hombres y la Renovación
ha sido fundad por el mismo Espíritu Santo, es la respuesta de Cristo ante la
promesa de Pentecostés.
La
Renovación carismática ha sido en mi vida sacerdotal un gran apoyo espiritual
que me ha ayudado a crecer más y a tener una visión más amplia del Evangelio de
Cristo. He sido más sensible a la presencia de Jesús, médico Divino en mi
ministerio de intersección, sanación y liberación. En cada testimonio de sanación
he visto la presencia de un Cristo vivo sanador.
Además,
el mismo Espíritu Santo no solo santifica y dirige el pueblo de Dios mediante
los sacramentos y los ministerios y le adorna con virtudes, sino que también contribuye
gracias especiales entre los fieles de cualquier condición distribuyendo a cada
uno según quiere (1 corintios 12, 11). La Renovación Carismática no es para
conocerla, es para amarla y sentirla.
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