Con gran alegría el mundo entero agradece
a Dios por todos los sacerdotes carismáticos que están formando parte de la
Nueva Evangelización y están promoviendo la nueva cultura de Pentecostés. La Renovación Carismática dentro de la
Iglesia Católica no es un culto, ni una secta, es como han dicho los Papas, una
corriente de gracia.
Los sacerdotes estamos llamados a
promocionar y apoyar los seminarios de vida en el Espíritu como puentes de
enlace para que muchas personas tengan una verdadera conversión y un encuentro personal
con Cristo. Los sacerdotes carismáticos están llamados a desarrollar los dones
y carismas con el fin de proyectar a un Cristo sanador y liberador.
Un sacerdote carismático dentro de su predicación
debe prender el fuego del Espíritu Santo en cada comunidad, ser fiel al
Evangelio y llevar a sus ovejas a la santidad a través de los sacramentos.
Un sacerdote carismático debe tener una devoción
llena de ternura y amor a la Virgen Maria de la misma forma debe ser un
adorador de Jesús Eucaristía, y seguir los pasos de Jesús resucitado.
Recordemos que los apóstoles… “Se llenaron del Espíritu Santo” para su santificación
personal y para poder proclamar en toda lengua las maravillas de Dios” (Hechos
2, 11).
No basta la preparación académica que hemos
recibido en los seminarios y aun en universidades, olvidando las palabras de Jesús:
“El que permanece en mí y yo en El, ese da mucho fruto; porque separados de mí
no podéis hacer nada” (Juan 15, 5).
La ordenación sacerdotal tiene que ser
completada con un nuevo pentecostés. La Iglesia actual necesita con urgencia más
sacerdotes carismáticos.
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