Por José
Eugenio Hoyos
Después de celebrar la Pascua de Resurrección y de sentir en
nuestras vidas el poder sanador y liberador de la divina misericordia ya los Carismáticos,
los Cristianos y todos los movimientos de la Iglesia hemos comenzado a vivir 50
días de preparación para celebrar la gran fiesta de la Iglesia: “Pentecostés”.
Recordemos que las promesas de Jesús fue enviar el Espíritu Santo
para que se diera el gran derramamiento, que nos habla Hechos 2, 4: donde se
nos muestra que una multitud de personas, hombres y mujeres fueran bautizadas
con la fuerza del Espíritu Santo. Ahora, el Paracletos estaría para siempre con
y en el creyente; seria su consolador (Juan 14:16-17) Su maestro, el fiel guía,
el que glorificaría a Jesús.
Jesús confiere, con esta experiencia, su poder, su autoridad
sobre sus seguidores para que se llenen de fortaleza y valor y sean auténticos
testigos de un Cristo vivo y resucitado.
El mandato y el ministerio del Espíritu Santo, es el que por
muchos siglos sigue teniendo evidencia y es necesaria e importante en nuestra
labor evangelizadora y pastoral: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me
fuere el consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere os lo enviare” (Juan
16: 17).
Todos los bautizados somos Carismáticos y dependemos del
poder del Espíritu Santo, nuestra misión es ser profetas para un nuevo mundo
sin miedo ni temores a prender el fuego del Espíritu Santo sobre la tierra árida;
mi Espíritu derramare sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos” (Isaías
44: 3). En oración alegría y gozo en las alabanzas preparémonos para festejar
un nuevo Pentecostés.
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