Calor, calor y sudor y más calor era lo que sentíamos por las fuertes temperaturas y las bellas predicaciones que movían al Espíritu Santo y que nos llenaban de fuerza, de gozo y de entusiasmo en las instalaciones del colegio católico Bishop Dennis O’Connell en el centro del condado de Arlington. Cerca de 2500 personas se hicieron presentes desde el viernes por la tarde hasta el domingo donde finalicé con la Santa Eucaristía.
El tema que empezó el día viernes titulado: “Víctimas y Profetas” por Salvador Gómez realmente fue el abrebocas para entusiasmarnos a participar con alegría y mucho entusiasmo. El retiro esperado cada año por todos comenzaba con la reflexión de Apocalipsis 11,1-4: “Me dieron después, una vara de medir, semejante a un bastón, diciéndome: levántate, mide el templo de Dios y el altar, y cuenta el número de los adoradores. Pero no mida el espacio exterior del templo; déjalo aparte, porque ha sido entregado a los paganos, que pisotearan la ciudad Santa durante cuarenta y dos meses. Será entonces cuando haga que mis dos testigos, vestidos de luto, profeticen durante mil doscientos setenta días. Me refiero a los dos olivos y a los dos candelabros que están de pie en presencia del Señor de la tierra.”
Estas palabras nos llegaban a lo más profundo del alma pues en realidad nuestra sociedad está viviendo momentos difíciles, circunstancias difíciles, problemas económicos, recesión, depresión, tribulaciones, desilusiones, pérdida de fe etc. Pero el Señor nos dice que una tribulación, o una tristeza puede durar días, meses o años pero ya tiene sus días contados. Pero ha llegado el tiempo de animarnos a empezar a escuchar y a seguir a Cristo con esperanza. No hay mal que dure cien años decían nuestras abuelitas. Por muy larga que aparezcan estas situaciones, por muy difícil que sea, el poder de Dios las quitará de nosotros.
No podemos desconocer que estamos cada día enfrentándonos a una batalla espiritual. El enemigo continúa trabajando las 24 horas y no descansará hasta debilitarnos. Al momento de celebrar la Misa eran las 2 y 30 de la tarde y parecía que el enemigo hubiera traído el calor del infierno a nuestra celebración, pero increíblemente de 2500 personas llegaban más personas, sin importar el calor, a participar de la Eucaristía. Ya en el momento de la Comunión todos empezamos a sentir una gran brisa refrescante; parecía el soplo de Jesús de Nazaret feliz y lleno de gozo de ver tantos fieles cobijados con el don de la fortaleza y animados a ser los nuevos profetas de este milenio.
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