Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Desde nuestra infancia todos alguna vez tuvimos un juguete o una mascota especial. Las niñas innumerables muñecas, ositos, los hombres pequeños automóviles de colores, perros de felpa. En la época más moderna muñecos representando a los personajes de la televisión, a los héroes de las películas o los juegos animados. Pero de diferentes formas todos nos hemos entretenido.
En nuestros países en vía de desarrollo me llamaba mucho la atención ver a los niños y a los jóvenes jugando fútbol con pelotas hechas de papel, ropa usada etc. Niños descalzos dándole vueltas con un rudimentario palo al neumático de una antigua bicicleta. Siempre dentro del entretenimiento juvenil e infantil la creatividad jugó un papel importante.
Igualmente todavía nosotros los adultos recordamos las canciones infantiles que nuestros maestros con tanta paciencia nos enseñaron y que todavía nosotros los adultos recordamos y que todavía los enseñamos a nuestros hijos. Friedrich Nietzsche dijo: “Sin música la vida seria un error”.
Todos los animales tienen su encanto especial pero los dragones de por sí son mágicos sin importar nuestra edad. Algunos de ustedes es posible que recuerden la bonita canción “Puff, the Magic Dragon” (“Puff, el dragón mágico”) de Peter, Paul y Mary, escrito por Leonard Lipton y Peter Yarrow. Puff, el dragón mágico vivía junto al mar y jugaba en la niebla del otoño en una tierra llamada Honah Lee. El pequeño Jackie Paper amaba al travieso Puff y le traía cuerdas, sellos y otras cosas divertidas. Juntos viajaban en un barco con las velas al viento. Jackie vigilaba recargado en la cola del gigante Puff. Los nobles reyes y príncipes se inclinaban ante ellos y los barcos piratas bajaban sus banderas cuando Puff gruñía su nombre. Los dragones viven para siempre pero no así los niños pequeños. Las alas pintadas y los anillos gigantes dejan su lugar a otros juegos. Una noche gris sucedió que Jackie Paper ya no regreso y Puff, el poderoso dragón, perdió su temible gruñido. Bajo la cabeza con tristeza y sus escamas cayeron como la lluvia. Puff ya no jugo en el camino de cerezas. Sin su amigo de toda la vida, ya no podía ser valiente y así el poderoso dragón tristemente se oculto en su cueva. Puff el dragón mágico vivía junto al mar y jugaba en la niebla del otoño en una tierra llamada Honah Lee. El dragón mágico vivirá en tu memoria y ojala te anime a hacer el bien en silencio.
Cuando el niño Luis de 8 años, enfermo de leucemia, empezó a recibir regalos, hermosas cartas, versos de aliento, juegos electrónicos y dibujos humorísticos de un ser anónimo que se firmaba “dragón mágico”. Durante meses de un penoso tratamiento los detalles llegaban con regularidad y su distintivo era un cinta verde. Cuando el niño ingresó al hospital, el dragón también lo hizo. Cuando los médicos colocaron un vendaje a Luis, un dragón de felpa que era el regalo preferido del niño, también fue vendado. “El dragón le dio a nuestro hijo alguien con quien identificarse,” dice la madre del niño. Para sus padres fue el mayor consuelo, pero Luisito perdió su batalla. Fue poco después de escuchar su disco favorito: “Puff el dragón mágico”. Cientos de amigos y familiares acudieron a las exequias y dejaron muchísimas flores. Como era de esperarse, en medio de la ofrenda floral, se destacaba un ramillete de margaritas blancas atado con una cita verde y acompañado de Puff el dragón mágico.
1 comentario:
Hay ocasiones en la vida en las que necesitamos desesperadamente que alguien nos apoye, porque si no nos derrumbaríamos. De igual manera, podemos ser el bastón que alguien necesita para seguir adelante.
Todos fuimos Jackie Paper y todos somos el Dragón Mágico, pero en algún momento de nuestro viaje vital seremos el niño Luis. Y necesitaremos más que nada esa humilde cinta verde.
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