Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Miles de aves llenas de vistosos colores, tamaños y sonidos armoniosos vuelan cada segundo en el firmamento sea azul o gris. Allí sean estas maravillosas creaturas dándole vida al mundo. Pero de todos los pájaros creados por Dios él que más me ha llamado la atención es el ruiseñor. Primero porque desde mi infancia me pude identificar con él, pues aunque muchos no lo crean, fui bastante tímido en mis primeros años de escuela y no quise sobresalir ni demostrar mis talentos. Siempre me sentí más a gusto ser un observador y estar detrás de los acontecimientos y eventos de la vida hasta que un día, empezando los años de mi adolescencia caminando desde mi colegio hasta el hogar, en el camino me encontré con un diminuto pajarito que tenía una de sus alas rotas. Lo metí en uno de mis bolsillos y lo llevé a mi casa. Lo tuve en mi cuarto por varios días, lo alimenté y esperé hasta que se recuperara.
Una noche escuché un dulce cantar diferente a los demás pájaros que había reconocido, prendí la luz y vi que en realidad me cantaba una melodía especial en agradecimiento por haberlo amparado y socorrido de aquel moribundo animalito. Al no poder tenerlo más dentro de mi hogar una mañana lo puse en un jardín cercano para que recuperara la libertad y para que con su melódico canto alegrara los días de la madre tierra. Comprendí que tuve en mis manos el famoso ruiseñor pero un “ruiseñor con las alas rotas” pero no roto el corazón.
Desde ese momento quise ser como el ruiseñor libre, feliz y siempre con un mensaje de positivismo para los demás. A los ruiseñores se les puede oír cantar tanto de día como de noche; pero sus interpretaciones de virtuoso se oyen mejor en la quietud de una calida tarde a fines de primavera, cuando los machos compiten para atraer a las hembras, que vienen de sus cuarteles de invierno en África tropical. El canto es inolvidable por su volumen, su variedad de notas y por la fuerza con que es emitido. Consiste en una rápida sucesión de notas repetidas, unas roncas, otras liquidas, incluyendo un “choqui – choqui – choqui” muy sonoro y un “pío” aflautado y piante, primero lento y luego alcanzando un crescendo. Por cada diez personas que le han oído cantar, difícilmente habrá una que haya visto a esta arisca ave. Cuando salen al descubierto son pájaros poco visibles, que llaman la atención solo por su canto.
Hoy en día por los problemas del amor muchas parejas como el ruiseñor tienen las alas rotas. Por el abuso o el descuido de los niños, les rompemos las alas o en la sociedad por nuestra falta de amor y solidaridad, les arrancamos las alas a los pobres y desposeídos.
Para no terminar este articulo rompiendo las alas, comencemos a remendarlas si están quebradas con el hilo del amor, con las guajas del perdón y el alivio de un gran abrazo y recordemos las palabras de Julieta en la obra universal de Romeo y Julieta, cuando ella dice: “Tan pronto te vas? Aun tarda el día. Es el canto del ruiseñor, no el de la alondra el que resuena. Todas las noches se posa a cantar en aquel granado. Es el ruiseñor amado mío”.
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