Por el Rev. José Eugenio Hoyos
No solamente en la época en que vivimos hemos visto imágenes por la televisión o en las revistas y en los periódicos que nos hayan llamado la atención, que nos han conmovido o que nos han sacado lagrimas o risas. Una de esas imágenes fotográficas que siempre tengo en mi mente que cada vez que la veo me da angustia, tristeza o deseos de hacer algo por la humanidad es la fotografía de la niña vietnamita Kim Phúc.
La larga guerra del Vietnam produjo imágenes que llamaron la atención del mundo por su crueldad y por la realidad en que se estaba viviendo en aquel convulsionado país de aquel entonces. La fotografía de Phan Thị Kim Phúc es la de una niña vietnamita corriendo desnuda por la carretera, con su piel ardiendo a causa del napalm. Cambió la forma en la que el mundo contemplaba la guerra de Vietnam y de hecho, todas las guerras. Esa fotografía cuenta la historias que se vio en todo el mundo y con posteridad, ganó el premio Pulitzer.
Nick Út, el fotógrafo de la agencia Associated Press, que estaba allí cubriendo el ataque, tomó la fotografía de Kim. Conmovido por su dolor como el buen samaritano de las Sagradas Escrituras, la llevó a toda prisa a un hospital sud-vietnamita. Luego pasó 14 meses recuperándose en la clínica Barsky. A los dos años de tratamiento, contra todo pronóstico y con la ayuda de los médicos que se dedicaron a su cuidado, fue capaz de volver a su aldea. Así ella y su familia pudieron empezar a reconstruir sus vidas.
Invitada por los veteranos de la guerra de Vietnam a Washington, Kim dijo en una presentación en una de las iglesias de la capital realizada en diciembre de 2003: “El dolor nunca desaparece, apenas aprendes como lidiar con él”. Ella refirió una porción de la Biblia citada en el Salmo 56, que ella encontró de gran ayuda en los tiempos duros: “Porque has librado mi alma de la muerte y mis pies de caída, para que ande de Dios en la luz de los que viven”.
Ella también demostró el poder del perdón cuando públicamente manifestó su voluntad de perdonar al piloto que erróneamente había vaciado las bombas sobre su aldea y otorgó su perdón al Rev. John Plummer, ya pastor Americano en la iglesia Metodista, que cuando era soldado en Vietnam había participado en la coordinación del bombardeo aquel día con las fuerzas aéreas survietnamitas. Después de la guerra, Plummer sufrió mucho espiritualmente y de adicción. Cuando Phúc le perdonó, Plummer dijo: “Es como un mundo entero que es quitado de mis hombros”. Kim Phúc y Plummer se abrazaron emocionados.
Aunque ella no concluyó con sus estudios médicos, Phúc dijo que ella ha encontrado su propósito en vida, “de compartir la importancia de la libertad”. “Era el fuego de las bombas las que quemaron mi cuerpo. Era la habilidad de mis doctores que repararon mi piel. Pero tome de la energía del amor de Dios para curar mi corazón”. “El tiempo es muy corto, debemos hablar a la gente de Jesucristo. Debemos compartir el evangelio con otros,” dijo.
Fuentes: Canadian Identity, Fundación Kim Phúc Internacional, UNESCO.
Fotos: Kim Phúc niña en Vietnam (Nick Út, 1972); Kim Phúc madre en Canada (Joe McNally, 1995)
1 comentario:
¡Quien puede olvidar esta fotografia! La cara de horror de todos los niños.
De todos los crimenes que la humanidad comete contra si misma, los perpetuados contra los niños son los peores y mas inperdonables.
Los que estan en las nubes sin ver nada, y apretando un boton que desencadena el infierno sobre la tierra, deberian de tener esta foto delante de sus ojos, toda sus vidas. Sin embargo…luego reciben medallas y honores.
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