lunes, diciembre 08, 2008

Sin villancicos Navidad es triste

Por el Rev. José Eugenio Hoyos

Lógico sin el nacimiento del niño Dios y si no cantamos los villancicos, tendríamos una Navidad triste y vacía. Es por eso que el tiempo de Adviento nos ayuda a prepararnos espiritualmente para recibir el centro y el verdadero motivo de estas Navidades: Cristo Jesús. Las canciones Navideñas en realidad le dan un toque especial a este sublime acontecimiento, cada canción nos transporta paso a paso al nacimiento de Jesús. ¿Quien no ha cantado el Himno Mundial Navideño: Noche de Paz, Blanca Navidad, El Burrito Sabanero, Los Peces en el Río, Feliz Navidad de José Feliciano, Dulce Jesús Mio, Ya Viene el Niñito, Duerme Niño, Cholito Jesús, El Tamborilero, Tutaina, entre otros?

Pero realmente ¿sabemos el origen de los villancicos? El nombre de villanus, con el que se conocía a los aldeanos, propicio que estas canciones recibieran el nombre de villancicos. Aunque existen antecedentes de composiciones cantadas por parte de los evangelizadores del siglo V y de cantos religiosos que tuvieron una difusión pareja a los nacimientos de San Francisco de Asís durante el siglo XIII, se puede considerar que el verdadero origen de los villancicos, como los conocemos hoy, se remota a los poemas cortesanos de temática amorosa que a lo largo de los siglos XV y XVI se recreaban en los salones nobles y que más tarde repetía el pueblo.

Durante el siglo XVII, los maestros de capilla musicalizaron miles de cancioncillas religiosas y sacralizaron otras para ser cantadas en los maitines de las festividades litúrgicas. Sus letras hablaban en lenguaje popular sobre el misterio de la Encarnación. Estaban inspirados en la liturgia de la Navidad. Con ellas, los campesinos que no sabían leer podían participar en los festejos navideños y honrar el nacimiento de Cristo. Tan grande fue el éxito de estas composiciones que muchas se imprimieron y gozaron de gran difusión, llegando a ser consideradas el sonido de la Navidad.

No en vano, hasta hace pocos años, sobre todo en la década de los 70, era habitual durante las fiestas Navideñas asistir a escenas callejeras donde niños y jóvenes iban en grupo con panderetas y zambombas cantando villancicos y pidiendo el aguinaldo. Aun hoy, en algunos lugares de Iberoamérica continúa esta tradición. Es hermoso saber que nuestra gente hispana goza y recibe al Niño Dios no con borracheras, festejotes mundanos, sino con oración, con grandes obras, con solidaridad a los pobres y cantando villancicos en las Pastorelas y Novenas Navideñas.

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