Por el Rev. José E. Hoyos
Boletín Interparroquial
8 de febrero de 2009
La muerte de las personas que más queremos constituye la experiencia más dura y dolorosa que se puede tener en la vida. Es extraordinariamente dificil resultar un poco afectado ante esta situación, y la suele acompañar una terrible sensación de que nunca podremos superarla.
Con frecuencia, el dolor puede llegar a ser tan tremendo que la persona que se queda desearía morirse también. No es posible tratar de hacerse el fuerte ni esconder los verdaderos sentimientos, pues tarde o temprano, estos surgirán como una auténtica explosión.
¿Nos gustaría ver a nuestros seres queridos sumergidos en una profunda depresión y sufriendo continuamente? ¿Verdad que no? A nadie le gusta ver sufrir a otra persona, no importa en que dimensión se encuentre cada una. El ser querido que te ha abandonado sufriría de verte sufrir a tí, y haría toda la fuerza que estuviese en su mano para que levantases tu anímo y disfrutases de tu vida. No puede ser de otro modo, porque estamos ante un sentimiento recíproco de amor en su estado más puro.
Por eso, el mejor homenaje que siempre podremos hacerle a la persona que nos ha abandonado será el de incorporarnos poco a poco a nuestra vida normal y aunque sea inevitable pensar en ella y volver a pasar por momentos de dolor, esto no está reñido con vivir nuestra vida y compartir nuestro amor con todos los que nos rodean y siguen acompañandonos, pues siempre habrá en nuestro entorno muchas personas que nos sigan queriendo y sería injusto desoírlas. La vida seguirá teniendo cosas bonitas que ofrecernos y nosotros también a ella, pero es cuestión de abrirse y escuchar. Si lo hacemos así, nunca estaremos solos y al final todo se supera.
Todos tenemos que entender que estamos de paso. Que nuestros seres queridos, padres, hijos y amigos son solo prestados. Que el único dueño de nuestras vidas es Dios. Pensemos que ni nuestro cuerpo, ni nuestra mente pueden procesar dicho sentimiento y si lo procesamos, es porque además del cuerpo y de la mente tenemos un alma inmortal que sí es capaz de hacerlo. De este modo, nuestro ser es en realidad una Trinidad (cuerpo, mente y alma) con connotaciones divinas. Debemos entender que la fe es un apoyo, no es un seguro. El hecho es que si de verdad vivmos nuestra fe, ella es la fuente de luz, paz y de mucha fortaleza.
1 comentario:
Father Hoyos is understandably still straggling with what happen to his brother and the fact the other hostages were rescued. Forgive but not forget, some times means "I can't hardly forgive even I want to".
Faith is needed to build a bridge to the non rational, invisible and spiritual part of men, but in some cases, doesn’t offer the needed consolation.
There is a lot of difference in the way we mourn the departed whose time came by age and or natural causes, and the way we mourn the departed whose life was taken by violent means or accident.
There’re other extensive teachings outside the catholic faith that can help understand, but he has to wish to look for them. I can’t expose them here.
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