Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Observando por televisión los últimos acontecimientos de liberación de los secuestrados en Colombia, me refiero a los 6 colombianos que permanecieron por varios años secuestrados por las FARC en las selvas colombianas en situaciones infrahumanas, considero que es importante de que hagamos una evaluación de los hechos.
Primero que todo debemos preguntarnos: ¿En realidad la situación en Colombia a mejorado? Por más de 40 años, las FARC nos han hecho reflexionar lo que realmente vale la paz? Hemos tomado conciencia de que por mucho tiempo estuvimos de manos cruzados sin hacer nada? Porque honestamente 100% no estamos de acuerdo con la violencia. La vía armamentista y de terrorismo no cabe en el diario vivir de los pueblos civilizados. El comunismo en su intento por conseguir una igualdad social caminó cojo, débil y dio frutos esperados.
En cuanto a nuestro hermoso país no podemos desconocer que históricamente han existido diferencias sociales, abismales entre pobres y ricos. Por muchos años los gobiernos han sido indiferentes, muy poco se han acercado al pueblo, mucho discurso político y nada de inversión social. Esto ha hecho que el resentimiento popular haya crecido en magnitudes incontrolables.
Hace poco estuve en la región de la Costa Atlántica y pude observar una pobreza deplorable, muchos desplazados por problemas o enfrentamientos dejados entre paramilitares y grupos subversivos. Todavía el subdesarrollo da pena y vergüenza que familias vivan en condiciones de extrema miseria. Hay lugares pobres en África y la India en mejores condiciones que en Buenaventura, Valle; Tumaco, Cartagena; Quibdo, Choco; entre algunas de las poblaciones donde la ley del serrucho (o sea la corrupción) empobrece más a nuestra gente. Una gran mayoría de nuestros niños padece de desnutrición, mueren de infecciones que son fáciles de tratar.
Todavía los presupuestos de la población se los roban y malgastan los politiqueros. Cuando sube un Presidente, gobernador o alcalde, nombran a su propia rosca (amigos íntimos) y no los eligen por meritos sino por dedocracia. A nuestros jóvenes les cuesta ir a las mejores universidades y colegios y la educación para ellos es mediocre y que decir de los profesores, mal pagos, no hay incentivos y la disculpa del ministerio de educación es que no hay presupuesto. Así que si no queremos más balas en los estómagos de nuestro pueblo colombiano, llenemos los estómagos de esperanza, de oportunidades y de paz. Hay que ponerle más atención a los oprimidos y marginados de la sociedad.
Foto: Niña de la calle en Bogotá, gentileza ONU.
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