Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Gracias a Dios mío pues hoy llega la paz y la tranquilidad a la familia del diputado Sigifredo López el único sobreviviente de los 12 diputados secuestrados el 11 de abril de 2002. Hoy con la liberación de Sigifredo, todas las familias colombianas claro que nos alegramos por esta merecida liberación. Pero también este acontecimiento nos invita a la reflexión, a preguntarnos y cuestionarnos con los acontecimientos que llevaron a nuestros familiares al secuestro por 5 años y luego al vil asesinato.
Hoy más que nunca volvemos a recordar con tristeza el operativo novelesco y cinematográfico ocurrido ese día en la sede de la Asamblea del Valle del Cauca. En ese golpe desarrollado por un comando guerrillero disfrazado de militares, fueron plagiados en forma colectiva los asambleistas: Juan Carlos Narváez, Alberto Quintero, Edison Pérez, Héctor Arizmendi, Javier Giraldo, Ramio Echeverry, Rufino Varela, Carlos Charry, Carlos Barragán, Sigifredo López, Nacianceno Orozco y mi hermano mayor Jairo Javier Hoyos Salcedo. Hoy es tiempo de unirnos en oración por las almas de estos mártires y héroes colombianos.
Es tiempo de preguntarles a la guerrilla, al gobierno y al público en general: ¿Qué hemos ganado con el secuestro? ¿Se ha avanzado en conseguir la paz? ¿Con el secuestro y los atentados terroristas hay menos pobres? ¿La desigualdad entre ricos y pobres es menos? Pues hasta ahora, me perdonan señores(as) del conflicto armado, no hemos ganado absolutamente nada. Los ricos siguen siendo ricos, los pobres cada vez más pobres, no hay respeto a la dignidad humana, la lucha por un ideal revolucionaria, con el primer secuestro y el primer atentado perdió el rumbo y perdió el norte. De revolucionarios idealistas pasaron a narcos terroristas. La ecología y el medio ambiente han sufrido un atentado catastrófico. Ha habido más lágrimas, más sangre y pérdida de vida de personas inocentes que en cualquier otra guerra. La juventud perdió la esperanza y los valores morales. El Evangelio de Cristo se lleno de cizaña y se ahogo en la selva colombiana.
Ahora en este momento se nos remueven los recuerdos y la conciencia de haber querido hacer más y haberlos traído vivos y darles la bienvenida no sólo a Sigifredo sino a los 12 diputados. Pues el dolor de sus ausencias es el mismo hoy, pareciera que fue ayer cuando nos dieron la noticia del asesinato de los 11 diputados. Sólo le pido a Dios que de verdad descansen en paz y con sinceridad hayamos aprendido a perdonar.
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