Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Este tiempo litúrgico de Cuaresma trataré poco a poco de destacar temas que nos puedan ayudar a mejorar y a crecer en nuestra vida espiritual. Todos los seres humanos queremos mejorar y no solamente nuestra imagen, figura y forma de relacionarnos con los demás. Si nos proponemos con seriedad y disciplina podemos salir adelante y sentirnos bien.
Unos de los problemas donde casi nadie se escapa son sobre nuestros cometarios, opiniones y críticas que hacemos sobre los demás. Uno de mis profesores en el colegio siempre nos decía que cuidáramos la lengua pues aunque no lo creyéramos era el órgano del cuerpo que a plena vista se veía pequeño pero que cuando lo sacábamos era el más grande de todos, el más dañino e incendiario impecable. “El hombre bueno, del bueno tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45).
Tenemos el poder de bendecir a una persona cuando la vemos y muchas veces escogemos palabras que no edifican, pudiendo escoger palabras de aliento, de animo, que reflejan el amor de Dios en nosotros. Las palabras tienen poder, por eso que vengan dirigidas con el poder del Espíritu Santo pero para unir y para edificar. Santiago 3:3, 5-11 nos dice claramente: “Si alguno se cree religioso entre ustedes, y no refrena su lengua, sino que engaña a su corazón, la religión de tal es vana.”
He aquí: Nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas.
He aquí: ¡Cuan grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua esta puesta entre nuestros miembros y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Con ella bendecimos al Dios y maldecimos a los hombres que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición.
Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso es una fuente hecha por una misma abertura de agua dulce o amarga? Evitemos no solo en este tiempo de reflexión el chisme, la murmuración, la critica entre amigos o familiares. “Mejor es controlar la lengua, que ayunar a pan y agua” (San Juan de la Cruz). Muy inteligente y certera esta sentencia de este Santo Carmelita para los que rezan unos cuantos minutos y luego propagan chismes todo el día. También para los que salen de la Iglesia a criticar, injuriar o hacer daño a los demás. La fe auténtica se prueba en la vida, no en ritos sin compromisos. Controla tu lenguota y evita el chisme. Reconoce lo bueno de los demás. Estás en este mundo porque eres especial y debes estar dispuesto a amar, y no juzgar. No seas portador de malas noticias; el chisme contamina.
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