jueves, septiembre 03, 2009

La necesidades del alma

Por el Padre José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
3 de septiembre de 2009

Respondiendo a la solicitud de varios lectores de escribir y profundizar un poco más sobre la amistad, el amor, la soledad, y el desaliento, hoy continuaremos con estos temas tan esenciales en la vida de cada ser humano. No solamente cosas materiales necesitan las personas, sino de ser atendidos, ser mirados, darle un buen abrazo, entregar una grata compañía, y más que nada de alguien que esté dispuesto a escuchar. La necesidad más grande del hombre como persona es la de sentirse acogido como es, amado como es, atendido en sus sentimientos, acompañado en su desvalimiento emocional. Los papás creen que dando cosas caras aman de veras a sus hijos, los empresarios creen que aumentando el sueldo solucionan el problema de sus empleados, los superiores creen que aliviando el trabajo de sus súbditos, les hacen sentirse mejor... y no es así. Porque lo que más necesitan todos estos hombres es acogimiento sincero.

En el caso de mi propio padre a través de los años se ha ido deteriorando por los achaques y enfermedades de los años, pero descubrimos que la enfermedad más grave que padecía era la soledad. Desde ese entonces mi hermana en Colombia decidío conseguirle una persona de confianza que estuviera todos los días con él, que rezara, orara, le leyera historias o que simplemente estuviera presente. Desde aquel momento mi padre empezó a recuperarse a pesar de sus 87 años y ha recobrado vitalidad y su memoria. La compañía positiva en los ancianos hace milagros.

Haz de estar completamente convencido de que nunca es tarde para empezar de nuevo:
  • Tu vida rota puedes coserla.
  • Tu vida infeliz puedes hacerla feliz.
  • Tu vida infiel puedes convertirla en fiel.
  • Tu vida mental enferma, dependiente, cargada, tienes la oportunidad de sanarla, independizarla y liberarla.
  • Tu vida solitaria en el egoísmo puedes transformarla en comunitaria desde un servicio y práctica del amor.
  • Tu vida sin ilusiones, sin metas y sin riesgos es posible inyectarle sentido, propositos, novedad.
  • A tu vida sin sabor puedes colocarle sal y contenido.
Es la forma más inteligente de vivir, pues no es un secreto de que tu vida como la de todas las personas que te han antecedido pasará. Sales a la calle y ves por doquier a las personas cargadas con sacos de quejas y lamentos, comentando con tristeza su ayer y comunicándose con incertidumbre en torno a su mañana. Muy raras veces te encuentras con una conversación donde se hable de hoy, de las bellezas de la naturaleza, del clima, del amor de Dios, del buen descanso de la noche, del regalo del aliento, de la alegría del aire, de la gratitud por la vida. ¡Ánimo! Recuerda que Dios te ama.

No hay comentarios.: