Rev. José Eugenio Hoyos
Washington Hispanic
12 de marzo del 2010
El domingo 21 de marzo a la 1:00 p.m. estaremos al frente del Capitolio, en Washington DC, marchando de nuevo para despertar la conciencia de nuestros legisladores y para que antes de que finalice este año 2010 los inmigrantes tengamos una respuesta concreta sobre la reforma justa y moral de la inmigración.
Unas leyes de inmigración que han sido inmorales e injustas, donde nuestras familias han sido divididas por las infames redadas y deportaciones. No podemos seguir aceptando que los inmigrantes documentados o indocumentados sean perseguidos por su apariencia física, como criminales, con leyes que no responden a las necesidades actuales del desarrollo económico del país ni a la realidad nacional e internacional.
Si bien es cierto que la inmigración debe tener unos límites, éstos no se imponen con leyes que separan familias, que asustan a los niños y jóvenes y que dejan secuelas psicológicas a una población vulnerable y desprotegida, ni con la construcción de muros o cierre de fronteras. Cerca de 12 millones de inmigrantes han llegado a Estados Unidos huyendo de la pobreza y la violencia de los países vecinos. Mientras ellos sueñan con una mejor calidad de vida para sus familias. El ir y venir de un lugar para otro es una característica universal de la historia del ser humano. Los cambios climáticos, los desastres naturales, las guerras, la violencia, la pobreza, entre otros, son algunos de los motivos mas importantes para la movilidad humana. Si cada mujer y hombre es la imagen viviente de Dios, la vida de cada persona tiene un valor sagrado.
La vida de ningún ser humano se puede reemplazar. La vida de ningún ser humano vale mas que la de otro; por lo tanto, ni un solo hombre, ni una sola mujer pueden ser desechados por otra persona, ni por la sociedad, bajo ningún motivo. Quienes no conocen la dignidad del ser humano son criminales que atentan contra la vida y los bienes de los demás. Las leyes de inmigración de los Estados Unidos cierran fronteras a sus vecinos e impiden que los inmigrantes de habla hispana, quienes han levantado con gran fuerza este país, puedan cambiar su estatus migratorio.
El Presidente Barack Obama, el año pasado en el Desayuno Nacional de Oración con los líderes religiosos de todo el país, nos prometió que inmediatamente trabajaría con la reforma migratoria y hasta ahora su respuesta ha sido invisible. Es por eso que nuestra continua lucha por la dignidad de los inmigrantes y los derechos humanos nos invita a gritar: ¡Invisibles… nunca más!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario