Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Una vez mas la iglesia de San Antonio de Padua en Falls Church, Virginia fue testigo de la presencia sanadora de Cristo Jesús en la gran misa mensual de sanación. La presencia impresionante de miles de personas que colmaron la Iglesia se convirtieron en signos visibles de fe, esperanza y de necesidad, apremiante de acercarnos a Dios en la oración en este tiempo de Cuaresma.
Muchas personas empezaron a llegar a la Iglesia desde muy temprano, primero para no quedarse sin puesto y segundo para conseguir lugar en el estacionamiento. La gente que pasaba por la avenida cerca a la Iglesia con admiración se preguntaba por lo que estaba sucediendo o cual era el evento ya que el transito se paralizaba por ratos y el trafico era lento.
Y adentro de la Iglesia se sentía la fuerza y el poder del a oración de un pueblo que con su presencia y su gran fe testificaban la presencia de un Cristo vivo, donde con la cantidad de testimonios de sanación se probaba una vez mas: “que el tiempo de los milagros no ha terminado” que Jesús continua con su obra de amor y compasión con los mas necesitados y enfermos.
Las Misas de Sanación continúan sin parar como grandes instrumentos de sanación, liberación e intercesión. Las Sagradas Escrituras se han convertido en verdaderas antorchas con poder curativo. El Salmo 107 nos revela esta promesa: “Envío su palabra para curarlos, para salvarlos de su perdición”. San Francisco Javier enviaba a su joven monaguillo a leer un Evangelio al enfermo y este curaba; mando leérselo a un muerto y este resucito Cristo es la verdadera palabra de Dios que sana.
En el momento de los testimonios y de los milagros no toco pedirle a la gente que esperara su turno para decirles que el tiempo era limitado y que hasta las próximas Misas de Sanación dieran su testimonio. Los participantes nos quedábamos atónitos y nos alegrábamos de testificar sanación de Cáncer en el seno, en los ovarios, cáncer en el colon, la postrata, la tiroides, conversión de personas alejadas de Dios y entregadas a los vicios, etc., las llagas de la corona de Cristo en este tiempo de Cuaresma, con su sudor y sangre siguen limpiando las impurezas del cuerpo y del alma. ¡Gloria a Dios!
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