Por Rev. José Eugenio Hoyos.
La violencia, la guerra, el crimen han sido por muchos años una temible epidemia que ha herido las familias y a la sociedad.
Pero la experiencia que he tenido en otros países como El Salvador he podido constatar que la postguerra es más terrible y dolorosa por las secuelas que trae como la venganza, los resentimientos, el odio y el armamento que queda flotando en las manos de la población vulnerable.
La Arquidiócesis de Cali ha implantado grandes y maravillosos programas para aliviar esta problemática que los grupos alzados en armas han obligado a la población Afrodecendiente, como a los Indígenas a abandonar sus tierras contaminadas por el conflicto armado. Narco-Guerrilla y Fuerzas Armadas de Colombia a refugiarse en las grandes ciudades a engrosar los grandes cordones de miseria y pobreza absoluta, trayendo abismales desigualdades en la población existente.
Pudimos comprobar que los bancos de alimentos, los hogares de paso, los centros de rehabilitación y los hospitales no dan abasto pues su capacidad es bastante limitada.
El apoyo de la Iglesia Católica con los cientos de samaritanos y el voluntariado juega un papel importante pero se necesita más ayuda.
Al visitar las comunas de Agua Blanca, la Estrella en el barrio Siloe etc. La situación es crítica, es como vivir a diario con una bomba social que en cualquier instante puede estallar.
Pero al conocer el liderazgo de la jerarquía Arquidiócesis de Cali y su acción social para llegar a los más necesitados, nos damos cuenta que todavía hay esperanza y se puede hacer mucho.
Una sociedad en que la injusticia genera violencia, necesita miles, millones de buenos Samaritanos, de buenas personas justas y solidarias.
Gracias Arzobispo Darío Monsalve por darnos la oportunidad de compartir y sentir las necesidades de nuestra gente. Cuente con nuestro apoyo incondicional.
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