Dios tiene poder, él puede hacer que desde una piedra salga agua, como abrir un mar, derribar una muralla de casi 8 metros de ancho; con un solo grito Dios puede alimentar a más de cinco mil personas de unos pocos panes y peces; como también puede hacer que un manco recobre su brazo, desde hace más de 2000 años y hasta ahora Cristo nos vuelve a recordar en cada milagro, en cada Sanación de cáncer o de cualquier enfermedad terminal que Él está vivo y su resurrección tiene el poder y no es vana.
Un ejemplo vivo lo encontramos en Lucas 4:38-40 “La suegra de Simón tenía mucha fiebre y le rogaron por ella. Jesús se inclinó hacia ella y con tono dominante mandó a la fiebre y esta despareció. Al instante se levantó y se puso a atenderlos” (Palabra de Dios).
Si la resurrección la tomamos como
una bendición gloriosa con mayor razón una Sanación de una enfermedad pues
viene directa de Dios.
Si tomamos una enfermedad como una bendición
y la ofrecemos a Dios nos enviara también los medicamentos correctos para
nuestro alivio del cuerpo y del alma.
Una tercera parte del Ministerio de Jesús
estuvo ocupada en Sanar a los enfermos; su Pastoral de enfermos, podemos imaginárnosla
era como una clínica ambúlate o como un hospitalito en ruedas.
Su medicina era tan efectiva y tan abundante
que en varias ocasiones se apartó del camino para Sanar inclusive a quienes no
se lo habían pedido.
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