Cuando asistimos a una hora santa, a
un retiro o a un evento Carismático lo
primero que se nos pide es que tengamos Fe, creamos que cosas maravillosas va
enviar Dios a nuestras vidas, que Oremos y le demos la gloria y la honra a
Cristo Jesús. Y que en nuestras alabanzas fluya el poder del Espíritu Santo para que abra nuestros corazones.
El Poeta Ezequiel nos relata como
Dios nos habla “Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un Espíritu
nuevo. Les quitare del cuerpo el corazón de piedra y les pondré un corazón de
carne. Infundiré mi espíritu en ustedes para que vivan según mis mandatos y
respeten mis órdenes. Habitaran en la tierra que yo di a sus padres, ustedes
serán para mí un pueblo y a mí me tendrán por su Dios” (Ezequiel 36 26-30).
San Juan nos recuerda las palabras de
Cristo cuando nos dice: “Yo estoy en el Padre y el padre está en mi… y ustedes
están en mí y yo en ustedes... si alguien me ama, guardara mis palabras y mi
Padre lo amara; y volveremos a Él para hacer nuestra morada en ÉL.” Juan 14, 11
y 20…23).
Y es que desde el Bautismo Dios vive
en nosotros: Dios, Padre, Hijo y Dios Espíritu Santo. Dios vive en lo más íntimo
de nuestro ser. San pablo amplia este mensaje: “¿Espíritu de Dios habita en
ustedes? (1 Co 3-16).
Hoy los Católicos cuando abrimos
nuestro corazón al Espíritu Santo entonces allí vive y se mueve Dios. Los
encuentros más íntimos y profundos entre Dios y el creyente se dan en esta vida
nivel de corazón profundo. Cuando seguimos a Cristo el llena nuestros corazones
con la fuerza y el ardor del Espíritu Santo.
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