Por José Eugenio Hoyos
La Renovación
Carismática ha jugado un papel muy importante en la aplicación del Evangelio de
Cristo en la Nueva Evangelización.
Gracias a
las oraciones, las peticiones, las alabanzas y a la invocación del Espíritu Santo
en los grupos de oración Carismáticos todo un pueblo movido por la fe hemos
podido experimentar un gran derramamiento del Espíritu Sanador y liberador en
la figura central de Cristo Jesús.
“Cristo la máxima
bendición del Padre, apareció en el Evangelio bendiciendo a los hermanos,
principalmente a los más humildes, y elevando al Padre una oración de bendición.
Finalmente, glorificado por el Padre y habiendo ascendido al cielo, derramo
sobre los hermanos, adquiridos por su sangre, el don de su Espíritu, para que
impulsados por su fuerza, alabaran en todo a Dios Padre, lo glorificaran y le
dieran gracias.”
Esta palabra
eficaz y los gestos que la acompañan, no son solo derechos de los Sacerdotes o
religiosos, cualquier Cristiano, cualquier persona y todo Carismático tienen
autoridad para bendecir y cada uno de nosotros, en cuanto bendecido por Dios,
puede ser, a su vez, una bendición para los otros.
Las grandes bendiciones
acompañadas de profunda oración abren de par en par en nosotros y en los demás un
espacio de vida, de esperanza, de amor y reafirma más nuestra fe.
En la Renovación
Carismática la Iglesia Católica tiene un pueblo bendecido, protegido y rico en
vida Espiritual cada bendición nos acerca más y más a la santidad.
Cada Carismático
tiene la responsabilidad de llevar más almas a los pies de Cristo.
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