Por el Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
10 de julio de 2008
Desde que éramos pequeños, nuestros padres nos enseñaron que había que practicar las obras de misericordia si queríamos alcanzar el cielo o por lo menos para ser buenos católicos.
Y nuestra Iglesia Católica por tradición nos ha enseñado el respeto a los ancianos, la responsabilidad con los Sacramentos, el cumplimiento de los Mandamientos, a vivir el Credo, a practicar el Padre Nuestro, a ser agradecidos con todos, amables, perseverantes, fuertes en la adversidad, constantes en la oración, y ahora más que nunca a defender la vida. Pero la caridad debe jugar un papel importante en nuestras vidas diarias.
Tener caridad no significa nada más entregar una limosna a quien la solicita. No, tener caridad con el prójimo es aceptar con paciencia las limitaciones que en el orden físico, intelectual o moral, posea, ya sean congénitas o adquiridas. Es más, caridad no es solamente aceptar dichas limitaciones, sino auxiliar a nuestro prójimo para que de una manera u otra, las supere; pues si consideramos que no existe ser humano perfecto en esta vida, admitiremos que nosotros mismos carecemos de algo o sufrimos también algún tipo de limitación y, por el mismo, necesitamos de la caridad de nuestro prójimo.
Por lo tanto, caridad es entregar a quienes más lo necesitan parte de nosotros mismos y de nuestro tiempo, aliviando en cierto modo sus carencias y limitaciones. La caridad es una virtud y, como todas las virtudes, mientras exista el ser humano, siempre se encontrará vigente como la vida misma y por lo tanto, tú, que tienes una vida por delante, encontrarás a lo largo de ella innumerables oportunidades para practicarla. Siempre que la vida te brinde la oportunidad de ejercer la caridad, practícala, no te arrepentirás.
Nunca olvides que las personas más ricas son las personas más esclavas. Creen que poseen pero son poseídas. Sacrifican por dinero su paz interior, su tranquilidad, su salud, sus relaciones y su misma vida. Por eso es tan importante crecer en despego y en generosidad. El despego nos hace libres en el amor. Tu sabes vivir cuando sabes compartir y le dedicas al espíritu lo mejor de tu vida y de tu ser. ¡Pobre de ti si en lugar de poseer eres poseído por lo que tienes! ¡Que lástima! Te crees rico pero eres bien pobre (Apocalipsis 2,9). Practica con alegría la caridad.
Imágenes: "Obras de Misericordia", por la artista Ade Bethune
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