Invitados por el Padre Martín Ávalos y el ministerio Dei Verbum de El Salvador aceptamos acompañarlos en la gran misión en San Miguel y Santa Ana celebrando el 12 aniversario de este ministerio de Evangelización Internacional con el tema :”Y por Él los pueblos llegamos al Padre en un mismo espíritu” (Ef.2,18). Comenzamos nuestra evangelización.
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Desde Washington empezamos nuestra misión muy temprano el día viernes, el Padre Alexander Díaz nos llevó al aeropuerto de Dulles en Virginia, acompañados de la hermana Anne Fullerton, emprendimos el vuelo a las 5 de la mañana en la aerolínea TACA. Llegamos a El Salvador y ahí nos esperaban las hermanas Maricel Castillo y Lupe Pacheco.
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Después de una hora de cantos comenzó la Santa Misa donde tuve la oportunidad de celebrar y predicar. Al terminar la Santa Eucaristía, comenzamos con la exposición del Santísimo donde las oraciones estuvieron a cargo del Padre Martín Ávalos. En todo momento se sentía la presencia de Dios entre los miles de asistentes.
De pronto en un instante comenzó un gran ruido, truenos y relámpagos y un gran viento inundó el coliseo migueleño. Se fue la energía, se apagaron los parlantes, pero no las voces del coro ni de la gente que cantaba cada vez más fuerte: “Yo sé que estas aquí Señor, dando fuerza y de tu amor al pecador. No has venido por los sanos, estas aquí por los enfermos, por aquel hermano que más te fallo. Perdóname perdóname, Señor si te he ofendido, perdóname señor si te he fallado”. "Sáname, Sáname, Sáname", gritaba la gente.
El Padre Avalos en ese instante me preguntó si realizábamos la procesión con el Santísimo y le conteste que sí, que si Jesús de Nazaret calmó las tempestades, Él pararía este vendaval.
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Y así fue como la procesión comenzó. Camine con la Santa Custodia, esta vez no con cirios ni con velas, pues la lluvia continuaba mojándonos a todos. Al paso de Jesús Sacramentado la gente prendía sus celulares y con sus luces abrieron paso a Jesús Eucaristía.
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Al dar la bendición final, para admiración de todos, la energía regresó al recinto. Todos empezamos a aplaudir y a cantar mas fuerte. Luego regresamos a nuestros hogares. Unos tomemos las carreteras donde encontremos árboles y ramas caídas en los caminos pero en realidad sentimos que el Señor estuvó grande con nosotros.
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