Por el Rev. José Eugenio Hoyos
El Diario de Hoy
15 de septiembre de 2008
Con gran alegría, los colombianos y amigos de Colombia, como también los que estamos preocupados por la liberación de cientos de personas secuestradas, los que hemos vivido las consecuencias del terrorismo y de un socialismo mal interpretado por ideologías revolucionarias con agendas totalmente orientadas al deterioro de la democracia y del progreso de los pueblos celebramos con júbilo el Premio Príncipe de Asturias en la categoría Concordia a nuestra compatriota Ingrid Betancourt.
Es posible y es normal que muchos grupos o personas no estén de acuerdo de que Ingrid sea la merecedora de este premio, pues desconocen la trayectoria humanitaria de Betancourt. No podemos olvidar que Ingrid antes de ser secuestrada por las FARC, igual que muchos otros líderes cívicos protestaban por la corrupción, el narcotráfico y los paramilitares; ha sido una fuerte defensora de la libertad y los derechos humanos. Muchas de sus campañas estuvieron dirigidas en la búsqueda de un futuro distinto y más esperanzador para muchos jóvenes envueltos en drogas y pandillas, como también impulsadora de programas preventivos para la niñez desamparada.
Para nuestras familias colombianas y en lo personal la designación de este premio es un reconocimiento mundial al esfuerzo que estamos realizando para concientizar a los gobiernos, a las instituciones y fundaciones y a las mismas Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia (FARC), que ya llegó la hora de romper las cadenas del cautiverio y de liberar a todos los secuestrados. Este reconocimiento nos animará más para trabajar por la paz, la libertad, la solidaridad y el respeto a los derechos humanos.
El jefe ejecutivo de la Fundación Príncipe de Asturias, Vicente Álvarez Areces, ha dicho: “Con este Premio el jurado ha querido solidarizarse con todas aquellas personas que padecen las mismas dramáticas e inadmisibles condiciones que ella ha sufrido, así como con aquellos gobiernos que, al igual que el de la República de Colombia, trabajan por la consolidación del sistema democrático y las libertades cívicas.”
Aprovechamos también este regocijo y satisfacción para exaltar la obra de uno de los finalistas a este reconocido galardón, el padre jesuita español, Enrique Figaredo, que trabaja en Camboya desde 1991 y ha hecho de su vida una cruzada contra las minas antipersonas. Ya era hora de reconocer a tantas personas nobles que han pasado por momentos difíciles, y que Colombia se siga levantado y recuperando de esta guerra cruel, sangrienta y violenta dejada por la secuela de los narcoterroristas integrantes de las FARC. Continuemos luchando por la liberación de los secuestrados. Recuerda: ¡No a la violencia! ¡Sí a la justicia y a la paz!
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