Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
5 de marzo de 2009
La injusticia social agrava cada vez la situación de hambre en el mundo. Desde mi punto de reflexión cristiana y con el dolor en el alma de no poder exigir a los más ricos en compartir y ser más generosos, no me impide ni para mis fuerzas para seguir luchando a tomar conciencia de la falta de solidaridad mundial a los más necesitados.
Nos dice el Señor: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestisteis” (Mateo 25-35). Igualmente parece que hasta la misma naturaleza se hubiese puesto de acuerdo para que la escasez de alimentos y la hambruna siga avanzando.
Hemos tenido sequías, inundaciones, huracanes, granizadas, heladas fuera de época, olas prolongadas de calor, deshielo de glaciares y todo un descuadre en los ciclos de la producción alimenticia, son signos visibles del ominoso desequilibrio en las leyes de la naturaleza. Debemos desde el pulpito de la Iglesias despertar las mentes de las personas para que nuestros dirigentes tengan un mayor compromiso con nuestro planeta tierra y que las producciones de alimentos sean repartidas en las clases menos favorecidas.
Todo ser humano sobre la tierra tiene derecho a los alimentos básicos y de primera necesidad. No cabe en nuestra sociedad que familias enteras incluyendo niños se acuesten con los estómagos vacíos. El otro día pude observar un documental sobre la desnutrición infantil y quede más escandalizado de lo que siempre he estado por el hambre que azota nuestra infancia en varios continentes. Una de las tantas fotografías que me impresionó fue la de un niño pobre que come las migajas de pan en el suelo de una calle abandonada.
Hace muchos años, en ocasión de una oleada de asaltos populares contra supermercados y centros menos de abastecimientos, la Conferencia del Episcopado del Brasil emitió una carta pastoral en la que defendía el derecho que tenían esos pobres a comer, sean cuales fueran las circunstancias.
Comenzaba a la rebelión y revolución de los estómagos vacíos. El Papa Juan Pablo II en su carta encíclica “Redemptor Hominis",1979, n. 16 nos dijo: “No se avanzará en este camino difícil de las indispensables transformaciones de las estructuras de la vida económica, si no se realiza una verdadera conversión de las mentalidades y de los corazones. La tarea requiere el compromiso decidido de hombres y de pueblos libres solidarios”.
Todos somos hermanos(as), cualquiera sea el color de la raza, países donde nacemos, nos corresponde mientras permanecemos con vida dar paso a acciones que perduren, motiven a otros a continuar la obra de darle la mano, ayudar a quienes les corresponde desempeñarse dentro de un rol en donde la miseria, el hambre, la insensatez, son algunas de sus pruebas. Nuestro mundo es rico y podemos compartirlo entre todos.
1 comentario:
Ya se que no es mucho, pero conozco este website: www.thehungersite.com/
Los “sponsors” o entidades que se anuncian en ella, donan una porción de taza de alimento por cada clic que se hace en el botón amarillo (solo cuenta un clic por día por ordenador).
Después se la han unido otros programas también, pero el principal es el programa de alimentos, botón amarillo.
Esto no es substituto para no ofrecer una ayuda mas solidad. Aporten a su banco de comida local. Donen cuando sea posible a organizaciones serias como Caritas o La Cruz Roja. Para ayudar al empobrecido país de Haití, existe el Lambi Fund. www.lambifund.org/
O apadrinen un niño a través del Christian Children Fund u otros grupos como tal.www.christianchildrensfund.org/
Cada uno de nosotros podemos ofrecer unas pocas gotas de alivio, para ayudar a refrescar ese gran desierto de necesidad que existe en el mundo. Aun así, lastimosamente en ocasiones, son los mismos gobiernos quienes son obstáculo para que se ayude a su pueblo.
Los ricos y poderosos tienen en sus manos el poder hacer mucho, no solo donando, sino también, organizando, creando fundaciones, influenciando, etc. Algunos de ellos, si hacen algo, pero muchos malgastan el dinero y en algunos casos descarados, pisotean millones de dólares en fiestas, lujos y regalos.
Mientras sea así, mientras el mundo no se organice para acabar con el hambre, solo nos toca a nosotros, los soldados de a pie, hacer lo poco que nos sea posible. Pero recuerden, muchos pocos, hacen un gran mucho.
Publicar un comentario