Rev. José Eugenio Hoyos
Este fin de semana miles de asistentes colmaron las instalaciones de la Iglesia de San Antonio en Falls Church, Virginia para celebrar el nacimiento de la Iglesia: La Fiesta de Pentecostés.
Uno a uno de los representantes de los grupos carismáticos de la Diócesis fueron entrando con sus respectivos estandartes seguidos por cientos de servidores que forman el ministerio de sanación, liberación e intercesión. Todos vestidos de rojo con pañuelos rojos formaban un gran mar de alabanzas y oraciones en honor al Espíritu Santo. Varias familias no les importo caminar cuadras o millas para llegar hasta la Iglesia y ser participes de este evento histórico y religioso.
Se sentía con fuerza la presencia del Espíritu Santo. Se vivía un verdadero Pentecostés personal. No podemos olvidar que Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo sobre aquella comunidad cristiana, marcó el comienzo de los hechos de los apóstoles, el comienzo de la evangelización, de la difusión y propagación de la Iglesia y La Virgen María estaba allí presente con su oración y fe. Igual como participó en la formación de Cristo en Nazaret, participó con su presencia en el nacimiento y expansión de la Iglesia y en su misión evangelizadora.
Hoy tenemos que preguntarnos si los católicos hemos sido conscientes de la importancia de esta fiesta para la Iglesia? Con nuestra actitud de gozo y la multitud de testimonios una vez más de la Iglesia Carismática es un “gran motor” de la Iglesia pues se está presentando un Cristo vivo. Gracias a la Renovación, están saliendo servidores con mucho ardor y compromiso. Hoy con alegría podemos decir que estamos bendecidos y encendidos. Ojalá sigamos siendo un Pentecostés con hechos y no solo con palabras. Amén.
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