Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Boletín Interparroquial
17 de enero del 2010
El Evangelio de este domingo es tomado de San Juan 2, 1-11; ya empezamos a darnos cuenta de que la Navidad y la Epifanía han quedado atrás, nuestros hogares ya han guardado sus adornos y luces navideñas, se nota un gran vacío dentro de las casas y todo eso nos invita a una gran reflexión: a llenar esos vacíos en oración y comenzar un año 2010 consagrado a Cristo y a la Santísima Virgen María.
Nuestra reflexión en el día de hoy es a través del Santo Evangelio, San Juan nos trae el primer milagro como signo de esperanza y de fe para los cristianos. Hoy en el Evangelio vemos a un Jesús que también participa de eventos sociales. Jesús no solo era Divino sino también humano, se comportaba como ambos menos en el pecado. El primer milagro de Jesús ocurre en una boda donde Jesús y sus amigos acompañados de su madre han sido invitados. Se acaba el vino y María le dice a Jesús que el vino se ha acabado. Jesús le dice: “¿Qué tengo yo contigo mujer? Todavía no ha llegado mi hora.” Su madre acude e intercede ante Jesús como muchas personas lo harían luego, quien es el único que realiza milagros. María no le responde ni contradice a su hijo Jesús, al contrario ella les dice: “Haced lo que él os diga.”
Hoy en día a los católicos nos hace falta eso, la obediencia y la fe, para que muchos milagros sucedan en nuestras vidas hay que tener mucha fe y sobre todo mucha humildad. No hay que hacer nuestra voluntad sino dejar que la voluntad de Dios actúe sobre nosotros. Los milagros de Jesús no son realizados para buscar ovaciones; el agua en vino se manifestó su gloria y todos creyeron en Él.
Este milagro de Jesús nos invita a consagrar y a santificar los matrimonios (hombre-mujer). Tengamos a Jesús con nosotros en nuestros matrimonios y en nuestra vida diaria. El transforma el agua de nuestra miseria pecadora en el vino de santidad y de gloria. Por medio del poder maravilloso de su espíritu Él nos renueva y eleva nuestra familia y vida social.
Dios tiene cuidado de las necesidades incluso para que la alegría sea cumplida, pero hay que hacer lo que Él dice para que sus milagros sean visibles, para que su gloria se muestre y despierten y acrecienten la fe. Señor Jesús, enséñanos a orar para que seas un huésped en nuestro matrimonio. Ven a nosotros y santifica la vida de nuestro hogar. Bendiciones a todos los matrimonios.
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