Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Gracias Benedicto XVI por recordar al mundo entero el 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars y aprovechar la oportunidad de declarar este año en honor de los sacerdotes.
En mi caso personal no solo me alegre de la noticia sino que le di gracias a Dios porque me dio la impresión de que era un regalo del cielo pues precisamente a unos pocos meses celebraría mis 25 años y bodas de plata sacerdotales. En realidad han sido años muy felices, de gran crecimiento espiritual no solo en lo personal sino para aquellas comunidades en los Estados Unidos y Latinoamérica donde en mis misiones, predicaciones, y evangelizaciones he podido llevar la palabra de Dios y la voz católica a mis hermanos y hermanas sedientos del amor de Dios.
Mi compromiso como la de mis hermanos sacerdotes es de ser llamados a ser otro Cristo y eso es posible a través de la oración, de nuestra entrega al prójimo, nuestra transparencia, honestidad, cumplimento del Evangelio, obediencia y respeto a la jerarquía eclesiástica pero sobretodo nuestro amor eterno a María Santísima.
El sacerdote hoy en día debe ser un agente de unidad, procurando no privilegiar un movimiento en detrimento de otro, creando un clima positivo de formación y evangelización centrado en el compromiso autentico, interesándose menos por lo económico y la comodidad personal y más por el crecimiento humano y transformación espiritual de la comunidad.
Los sacerdotes debemos ser agentes en su propia persona, tratando de que su hablar sea un reflejo fiel de su interioridad, que los efectos de nuestras acciones nazcan de la profundidad de nuestra amistad con Cristo, que ojala nuestro ejemplo sacerdotal contagie a los seminaristas para que en un futuro muy cercano sean buenos, santos y excelentes sacerdotes. Gracias a todos por que nos han adoptado este año con su paciencia, generosidad, amor y sobre todo con sus oraciones. ¡Que viva el Año Sacerdotal! Amen.
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