lunes, mayo 24, 2010

Bendiciones a un pueblo ungido por el Espíritu Santo – parte II

Por el Rev. José Eugenio Hoyos

Cada instante en nuestras vidas debemos convertirlo en un nuevo Pentecostés para que Dios continuamente este transformando nuestras vidas. El pueblo, los gobiernos, las familias y el hombre de hoy debe dejarse guiar por el poder del Espíritu Santo.

“Ellos vendrán cantando de alegría al cerro de Sión, se deleitaran con las bendiciones del Señor: el trigo, el vino y el óleo virgen” (Jer. 31, 12). En estas palabras el profeta Jeremías pronostica las bendiciones que Dios un día dará a su pueblo. Y ese pronóstico es el que hemos sentido todos los que celebramos con amor y entrega la Solemnidad de Pentecostés. Pues su sonido y poder se sintió en el mundo entero.

Desde El Salvador un amigo me escribió por Facebook preguntándome por la Misa de Sanación en la Diócesis de Arlington, Virginia, y me decía que todo lo que yo le estaba contando de tantas sanciones y milagros ya no lo sorprendían pues cada vez el puede atestiguar de que Dios continua trabajando sin descansar. Y mi amigo me comentaba que había llegado a su casa en San Salvador a las 7 de la mañana pues toda la noche habían estado en una gran vigilia de adoración y a las 5 de la mañana habían clausurado la Vigilia de Pentecostés con una Santa Eucaristía, desde las 6 de la tarde del día anterior había estado en vela y que regresaba a su hogar sin sueño, sin cansancio y con una gran paz y lleno de fuerzas para empezar a Evangelizar y trabajar por la Iglesia y por la unidad de los hermanos.

“Id proclamando que el Reino de Dios esta cerca, sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios. Gratis habéis recibido este poder, dadlo gratis” (Mt 10, 7-8). Después de la celebración de la fiesta de Pentecostés nos damos cuenta que estamos siendo testigos de la presencia real de Cristo desempeñando la obra mas espectacular sobre el hombre frágil, desprotegido y enfermo.
Jesús en cada Pentecostés viene a curar los enfermos y lo sigue haciendo en el presente porque El es el mismo, ayer, hoy y siempre.






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