Por José Eugenio Hoyos.
Millones de problemas, dificultades, traiciones, desilusiones, ni ninguna enfermedad hacen una sola duda.
Encontramos a personas a diario que son un verdadero ejemplo en la Fe. No dejo de admirar a tantas personas enfermas de cáncer, con grandes depresiones, problemas económicos, familiares y grandes dificultades que son un verdadero ejemplo de Fe y de fortaleza y a través de la Oración aferrados a la Fe en Dios.
En muchos retiros, encuentros Carismáticos, Misiones de Fe y Sanación o en Jornadas de Evangelización se encuentra uno con personas que son instrumentos de Dios, para dar aliento, fuerza y empuje a otros que están caídos y débiles en la Fe.
El mismo Jesús en su ministerio de Sanación nos viene a decir que en cada pasaje Bíblico de Sanación y milagros, que estemos tranquilos (as) que nunca perdamos la Fe. Que pronto con su ayuda todo pasará. Y de verdad a medida que va pasando el tiempo nos daremos cuenta que puesta nuestra confianza en Dios, ese gran problema, esa enfermedad, esa situación difícil que nos agobiaba, mañana será solo un recuerdo más.
Cuando se abren los ojos del corazón a Dios se inicia una nueva vida, se deja el hombre antiguo, la condición de carnalidad, crucificando nuestra carne para llegar a un nuevo nacimiento en el Espíritu que es la vida de sensibilidad. Ya no hay un corazón endurecido, sino que el corazón se abre a las manifestaciones del Espíritu y nos lleva, como expresa San Pablo, a vivir bajo las mociones del Espíritu. Ya no vamos arrastrados por el pecado sino que la gracia del Espíritu, que nos ha abierto a la Fe y nos ha trastocado el corazón, sanando las heridas abiertas por el mal, nos lleva a una nueva aventura que es la que vamos descubriendo cuando somos conducidos por Dios.
En la carta a los Efesios 1 16,21 se nos muestra de una manera extraordinaria que cuando se iluminan nuestros ojos, los ojos del alma, podemos percibir la luz de Dios en nuestras vidas: “No ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis Oraciones, para que el Dios de nuestro señor Jesucristo, el padre de la gloria, os conceda el Espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente”.
Iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cual es la esperanza a que habéis sido llamados por el cual la riqueza de la gloria es otorgada por él en la herencia de los santos.
Y cual la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa.
Jesús nos da el antídoto perfecto para producir frutos y dar fecundidad en la Fe: estar atentos en la escucha del Evangelio y ponerlo en práctica.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario