Por José Eugenio Hoyos.
San Lucas en el capitulo 15 Versículos 21,24 nos recuerda un segmento del hijo prodigo: “estaba aun lejos cuando su padre le vio y sintió compasión; corrió a echarse a su cuello y lo beso, entonces el hijo le habló: “Padre he pecado contra ti y contra Dios. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo” pero el padre dijo a los servidores: “RAPIDO traigan el mejor vestido y pónganselo, coloquen un anillo en su dedo, traigan calzado para sus pies y Traigan el ternero gordo y mátenlo, comamos y hagamos una fiesta….porque este hijo mio estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado” y comenzaron la fiesta.
El anillo que le dieron al hijo es el premio al nuevo compromiso del hombre redimido, renovado en el amor a Dios, es el sello a una nueva alianza que comienza a una vida plena, Sana y feliz que solo la da Cristo.
El mejor vestido es la armadura que le da Jesús para no volver a caer, para no volver a pecar, es la nueva defensa para cualquier batalla contra el enemigo. Y así no dejarse tentar por el pecado.
El hombre nuevo queda revestido del don de la fortaleza.
Calzado para sus pies, desde el momento de su arrepentimiento este hijo, este hombre nuevo en Cristo Jesús empieza a dar los primeros pasos en sus zapatos nuevos, caminando y siguiendo a Cristo en la única vía a la Salvación.
Perdonar es una decisión de la voluntad, no es un sentimiento, es la capacidad de amar a las personas, con sus defectos y limitaciones. El odio, el rechazo y el desamor enferma a las personas en el cuerpo y en el alma. Hemos sido creados para amar y ser amados, para perdonar y ser perdonados; cuando rechazamos a las personas creamos en el corazón un gran vacío.
Solamente asumiendo una actitud de perdón, colmaremos ese vacío. Jesús sentía profunda compasión por todo el hombre y todos los hombres, por eso los sanaba y los Evangelizaba.
El perdón se convierte en requisito indispensable para sanar heridas, conduce al amor y a la Misericordia de Dios.
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