martes, mayo 21, 2013

Homilia del padre Hoyos sobre inmigracion en Washington, DC


Quiero aprovechar esta oportunidad para darle gracias a cada uno de ustedes por su presencia en este Advocacy Day apoyado por la oficina de migraciones de la Conferencia Nacional de Obispos de los Estados Unidos.

Y resaltar y darle gracias a Dios por el magnífico trabajo que ustedes hacen desde sus propias comunidades y organizaciones. El Evangelio de Cristo nos recuerda que todos los seres humanos somos hijos e hijas de Dios. Pertenecemos a esa gran familia redimida por Cristo y estamos llamados a compartir de los sufrimientos de los demás.

Las Santas Escrituras tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento nos exigen a todos los cristianos una atención, un respeto especial a los extranjeros, forasteros y a las personas que día a día por la falta de solidaridad se van quedando atrás. “… Estados Unidos es un país de leyes, pero también es una nación sensible y compasiva con los que sufren, son víctimas de la violencia o la injusticia. Hay que invocar al Espíritu Santo para que se rompan las cadenas de la indiferencia  hacia los indocumentados. La dignidad humana de los inmigrantes indocumentados debe respetarse a todo momento, sea en el trabajo, en el hogar, en la educación o en la vida comunitaria. Si hablamos de inversión o justicia social, hay que sacar de nuestra sociedad la palabra ‘deportación’. Es inaceptable que los niños sean separados de sus padres y sus familias o que se despierten preguntándose donde están su papá o su mamá.

Cristo nos dice en el Evangelio “vengan a mi todos los que están cansados y agobiados por la carga y yo les daré alivio”. Solo Cristo y abriendo nuestros corazones al apoyo de los inmigrantes llevaremos el alivio necesario al que sufre, al que tiene miedo y al que se esconde por el terror de la persecución de una ley opresiva.

Hoy es un llamado más a imitar a Cristo, ayudando a los demás a sobrellevar las cargas que tienen.

No estamos solos, la Iglesia no está sola, 11 millones de indocumentados no están solos. Los senadores que apoyan una reforma migratoria no están solos, los congresistas no están solos. Pues Cristo es nuestra fuerza y fortaleza. Nuestro Dios es un Dios de paz, de justicia, de prosperidad y de buenas noticas.

Dios no quiere que sigan cayendo migajas de compasión, o leyes sin soluciones para las familias inmigrantes que sufren y luchan para conseguir  un puesto en esta sociedad y un mejor futuro para sus hijos.

Con su presencia en este día de Advocacy estamos escribiendo una nueva página histórica en la dignidad de cada inmigrante en América. ¡Dios los bendiga a todos!

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