Por el Rev. José Eugenio Hoyos
En esta ocasión no me voy a referir al famoso filósofo Aristóteles, sino a un simpático perrito llamado Aristóteles alias “Aris” sin ningún "pedigree", ni alcurnia, ni raza pura, sino un perro común y corriente, compañero inseparable de una humilde mujer salvadoreña cuyo nombre es María Delia García, residente del caserío Los Cinchos en el cantón Las Delicias de San Martín en El Salvador. Ella de más de 70 años y Aris de 12 años son los mejores amigos del mundo, con grandes historias para contar y entretener a cualquiera.
Pero la historia de Doña Mary y de Aris como todos los conocen en el caserío son bien interesantes. Por su extremada pobreza "Doña Mary" fue a la capital, San Salvador, a tratar de buscar trabajo como empleada doméstica para poder sostener económicamente a su anciana y enferma madre Lucila. Trabajó por varios años en casas de familias en El Salvador, hasta que un buen día la suerte le presentó la oportunidad de ir a vivir a Grecia para trabajar con una familia en Atenas bastante adinerada.
Ella como la mayoría de los inmigrantes salvadoreños lo dejó todo sabiendo que el idioma y la cultura iban a ser sus grandes obstáculos. Pero a pesar de todo llegó y triunfó. Nos cuenta Doña Mary que con sus patrones griegos que eran dueños de grandes empresas, aprendió algo de griego, a cocinar y a conocer sus costumbres. Viajó en varias ocasiones por Europa, vivió en grandes yates como cocinera oficial, conoció todas las islas y cada vez que recibía el sueldo se lo enviaba a su madre enferma, y en sus cartas le aconsejaba que ahorrara hasta que ella regresara a El Salvador para que así pudieran comprar una casita y vivir en paz.
Estaba grave y le tocó dejar todo y regresarse inmediatamente a El Salvador, ya llevaba mas de 5 años de ausencia. Cuando llegó a su casa después de tan largo viaje, encontró a su madre casi agonizante donde sólo la acompañaba un pequeño perrito también moribundo y lleno de llagas, así que para Doña Mary empezaba el doble trabajo, darles amor y ayuda a ambos. A los pocos días falleció su madre y antes de morir se le preguntó por el dinero que debía ahorrar para comprar la casa y ella comentó que todo lo había enterrado. Y en efecto así fue, abrieron un gran hoyo y para sorpresa de todos, el dinero estaba podrido y sin gran valor.
Tantos años de trabajo, sueños, ilusiones y el amor de una madre quedaban enterrados, solo le quedaba a Doña Mary, Aristóteles que se convertiría con los años en el único amigo fiel. Ya que cuando ella llega de trabajar en las labores domésticas, empiezan los latidos y los saltos y la alegría de un ser que ve a su apoyo regresar. Lo que Doña Mary siempre tiene a flor de labios es "Dios Guarde" "El Señor es mi paz," "Bendito sea el Señor del huerto," y "Bendita sea la fe y el amor a los animales."
Foto: María Delia García y Padre Hoyos
1 comentario:
Que triste historia, tanto trabajo y esfuerzo perdido. Nos recuerda literalmente este pasaje: "No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corroen, y donde ladrones horadan y hurtan; sino acumulad para vosotros tesoros en los cielos, donde ni la polilla ni el orín corroen, donde los ladrones no horadan ni hurtan. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón" (Mateo 6:19-21).
Alguien se olvido de explicarle algo sobre ahorros y cuentas bancarias a la Sra. madre, pero enfin, quizas la mirada de Aris, llena de sabiduria perruna y amistad, consuela y acompaña. Aún asi y después de la perdida material, la Sra. Mary no deja de bendecir, esta es la gran lección.
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