lunes, abril 06, 2009

Dios nos invita a cargar piedras

Por el Rev. José Eugenio Hoyos

En esta Semana Santa que hemos comenzado y que por muchos años la llamamos Semana Mayor, Cristo Jesús nos invita a que le ayudemos a cargar la Cruz como el cirineo porque año tras año pesa más; lógico, que si hacemos una reflexión interior, nuestra indiferencia, nuestros pecados, nuestros interior, nuestros pecados, egoísmos pesan mas igual que la Cruz que lleva a cuestas el Nazareno. A todas la personas, nos agrada la vagancia, el no hacer nada, la abundancia, la ganancia, el mínimo esfuerzo, el bienestar, ganarnos la vida fácil. En cambio, nos desagrada el trabajo arduo, las cargas físicas, el sacrificio, el madrugar, el soportar, el perdonar con sinceridad y de verdad. Sin embargo, no conocemos otro camino para el real progreso humano y espiritual que no sea el trabajo, la dedicación, la entrega. Dios todo nos lo da, pero nuestro esfuerzo no deja de ser necesario.

El discípulo preguntó a su sabio maestro: ¿Por qué muchas veces Dios parece injusto con unos y generoso con otros? El maestro le contó la siguiente historia: vamos hasta la montaña en la que mora Dios – comentó un caballero a su amigo; quiero demostrar que Él solo sabe exigir, y que no hace nada para aliviar nuestras cargas. Voy para demostrar mi fe, dijo el otro. Llegaron por la noche a lo alto del monte y escucharon una voz en la obscuridad: carguen sus caballos con las piedras del suelo! ¿Vez? Dijo el primer caballero. Después de subir tanto y estar muy cansados, aun nos hace cargar con más peso. Jamás obedeceré! En cambio, el segundo caballero hizo lo que la voz decía; cuando acabaron de bajar el monte, llego la aurora y el alba trajo los primeros rayos de sol que iluminaron las piedras que el caballero piadoso había recogido. Eran grandes diamantes puros de kilates incalculables. Dijo entonces el maestro: “Las decisiones de Dios son misteriosas, pero aunque no lo comprendamos ahora, siempre resultan a nuestro favor”.

Cuando sentimos que Dios nos carga en vez de aliviarnos, hemos de evitar la desesperación, los lamentos y las quejas. Casi siempre no entendemos en el momento, más si no perdemos la esperanza, podemos llegar a constatar que las decisiones de Dios siempre caminan a favor de quienes confían en Él. Como dijera hermosamente el Papa Juan Pablo II: “El hombre es el artífice principal de su propio triunfo o de su propio fracaso”. La diferencia esta en la fe en Cristo, pues para el hombre de fe ninguna piedra es pesada, y mucho hemos si el Señor es quien pide cargarla. Pero es evidente que la fe no es para los cobardes sino para los valientes. Si crees tener la capacidad de ser valiente, entonces dile: aquí estoy, y ponte de pie para aceptarle y anúnciale. Es hermoso ser un portavoz del Señor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermosa y muy simbolica historia que nos cuenta el Padre Hoyos, sin lugar a dudas, muchas veces somos unos quejicas con la fe del tamaño de un granito de arena y con la paciencia de la medida de la de un niño de 3 años.
Conozco otra historia analoga a esta y que ilustra lo poco que a veces aceptamos la voluntad de Dios.
Erase una vez un hombre de fe devil y poca voluntad, que siempre que hablaba con Dios era para quejarse de lo mucho que sufria debido a sus difilcultades y problemas. Decia al Señor: Por favor quitame esa cruz de encima y dame una carga mas liviana, pues ya no puedo mas.
Dios cansado ya de sus quejas, decidio ayudarlo y una noche en el sueño, le habló desde el interior de su corazón. Y en sueños lo llevò a un enorme paramo celestial donde estabán todas las cruces que la humanidad debía de soportar. Las habia medianas y cortas, otras eran enormes gigantes y muy pesadas, altas y bajas, gorditas y flaquitas… Dios le dijo al hombre que buscara y escogiera la cruz que el deseaba cargar para el resto de su vida.
El hombre mirò y mirò y todas le parecian muy difíciles de sobrellevar. Ya casi al final, viò tirada en el suelo en una esquinita, una cruz diminuta, la tomo y la puso en la palma de su mano, pues en ella cabia. Le dijo a Dios: Señor, ya que puedo escoger, ¡con esta me quedo!
Dios se lo quedò mirando y sonriendo le dijo: Hijo mio, esta es la misma que estabas llevando en tu vida hasta ahora antes de que entraras aqui.