jueves, abril 09, 2009

En la Resurrección Jesús abre las puertas

Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
9 de abril de 2009

Hemos vivido momentos hermosos en la Semana Mayor de la Iglesia; un Jueves Eucarístico, un Viernes lleno de procesiones y Vía Crucis, un Sábado lleno de Gloria y mucho Aleluyas y ahora nos disponemos a vivir la Resurrección de Cristo Jesús.

Una Resurrección que nos enseña a vivir con un Cristo vivo, que nos trae esperanza, gozo y muchas expectativas. No olvidaremos cuando Dios se acerca a los discípulos de Emaús que iban desencantados por la muerte de su líder Cristo Jesús (Lucas 24, 13-35), porque Él te acompaña durante todo el camino de tu vida.

Jesús también se aparece ya resucitado, a los discípulos que están encerrados y llenos de miedo a los judíos. Es decir, Dios toma continuamente la iniciativa para que tú le reconozcas a Él en persona, para que le reconozcas en los hermanos, en las necesidades de los demás y en tus propias necesidades.

Por lo tanto, Dios siempre está contigo y viene hacia ti, quien no siempre le busca y va hacia Él eres tu, y perdido en tu negativa para buscar a Dios, expresas tu descontento echando la culpa a Dios cuando la misma está en ti, siendo ésta la típica forma de esconder tu verdad y de presentarte con máscara de víctima, evadiendo así tu responsabilidad. La presencia del mal en el mundo es una realidad, así como la del bien.

Pero Dios que ha hecho todo bueno, ¿ha creado también el mal? La respuesta a esta interrogante está en tu libertad. Dios te creó un ser libre, y con tu uso correcto o desviado de tu libertad, y con tu práctica de la solidaridad o tu postura indiferente contribuyes al establecimiento del bien o al engrandecimiento del mal.

¿Cómo dices que el mal se debe a Dios a quien no ves, si tu no contribuyes a curar al hermano herido a quien ves? Es por eso que la Resurrección del Señor debe traernos la luz de la esperanza a todos los hogares que ojalá salgamos de las tinieblas de la pereza espiritual de los vicios, de la insolidaridad e indiferencia para que la Pascua sea el caminar continuo al encuentro del Señor Resucitado.

Es tiempo de proclamar que Cristo vive y que su presencia moverá nuestros corazones. ¡Felices Pascuas!

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