Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
13 de mayo de 2010
La Santa Eucaristía es el corazón de nuestra liturgia, que afianza la fe en todos los que creemos en el poder de la Santa Misa. Me da tristeza cada vez que observo a los católicos en cada Eucaristía donde su participación es nula, inerte y sin vida, sus cuerpos están dentro de la Iglesia pero su espíritu y alma se encuentran fuera.
Realmente si no venimos a la Eucaristía con un corazón abierto a dejar ser tocado y guiado por Jesús nos convertimos en seres espirituales invisibles, porque si no celebramos nada, probablemente se debe a que no creemos nada, tampoco al menos no de corazón.
El lenguaje del corazón es la música, los cristianos hoy en día no podemos darnos el lujo de descuidar el canto litúrgico. No podemos “cantar cualquier cosa” para salir del paso. No podemos solamente adornar la Eucaristía con música de fondo como en los ascensores o centros comerciales y restaurantes. El canto es la leche materna del corazón creyente. Los cantos de la Santa Misa tienen el poder de unir en una sola voz a todas las personas que forman parte de la comunidad en una expresión visible de lo que profesamos en nuestra fe: somos un solo cuerpo unido en Cristo, ofreciendo una misma oración de alabanza y acción de gracias. La instrucción general del Misal Romano nos recuerda que la música y nuestro canto no tienen el propósito de brindar entretenimiento o de tener un fondo musical en la liturgia. Nuestro canto es nuestra oración. “El que canta ora dos veces”.
Todos los que participan en la liturgia deben cantar sin importar que su voz sea buena, mala o regular. Cuando toda la asamblea canta se puede sentir el poder abrasador que tiene la liturgia. Cuando la música litúrgica no se le da prioridad, la propia liturgia se debilita, porque música y liturgia siempre van unidas. ¿Cuántos de nosotros hemos sido cambiados, transformados y sanados por una alabanza y un canto en la Iglesia? ¿Cuántos nos hemos sentido fortalecidos por la letra de una canción?
Durante la Eucaristía el canto favorece la creación de un clima festivo y solemne, pero nuestros corazones deben estar dispuestos a recibirlo, porque si no vivimos el misterio maravilloso que se está celebrando una música lenta nos pareciera triste y aburrida y dependeremos de la música fuerte y rítmica para sentir algo en la celebración. Esto es muy triste para Jesús porque pareciera que su sola presencia no fuera suficiente para sentirnos alegres. Cuando nos aburrimos en una Misa, los aburridos somos nosotros y en nosotros está la solución para corregirlo. Debemos tener una relación personal, real con Dios. Cuando participemos en la Misa hagamoslo con respeto, contestemos al sacerdote y cantemos con entusiasmo cantemos desde un corazón único que rebosa de alegría porque se siente querido, muy querido por Dios.
Foto: Miembros del coro de la Parroquia de Santa Rosa de Lima en Bay St. Louis, Mississippi, EEUU
2 comentarios:
Padre Hoyos:
Lo felicito por su blog, y navegando por internet di con este espacio, me puse a leer y me llamo fuertemente la atención esta publicación que usted hace sobre la música en la sagrada liturgia. Es importante remarcar, como usted lo decía, que la misa ¡es una fiesta!, donde Jesucristo viene a entregarse a cada uno de los que asistimos.
Es cierto que da tristeza ir a celebraciones donde no se vea la alegría, por lo tanto es importante seguir recalcando la importancia de la música alegre en la celebración y la participación del pueblo de Dios en la misa atreves de este medio eficiente de alabanza que es la música. La música como medio de Evangelización y recordemos como dijo San Agustín: “El que canta, ora dos veces”.
Le invito a ver mi blog: http://problemasmex-prope.blogspot.com/ , y espero su comentario mañana 20 de mayo en un ensayo que pondré sobre el ministerio de la música en la Eucaristía.
Me despido y pido a Cristo Redentor por su ministerio y que lo colme de Bendiciones.
Atentamente: Leonardo Moctezuma Mora.
Lo malo con esto es caer en los extremos y que la hermosa música que se ha realizado a través de la historia de la iglesia católica la tiren a la basura por la incapacidad para comprenderla, empezando por los mismos sacerdotes, a quienes se les hace más fácil cantar cualquier cosa para que no se les duerma la gente. Es realmente triste que un arte que floreció en el seno de la institución católica, para honrar y alabar a dios, para que los fieles tuvieran un verdadero acercamiento espiritual con el creador, se vea dejado de lado por cuestiones de moda y por no perder la clientela a manos de los reformados, que son quienes recurren a esas tretas.
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