por el Rvdo. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
7 de febrero de 2008
No podemos desviar nuestro compromiso cristiano de preparación y oración, obras de caridad y toma de conciencia social en este tiempo litúrgico que hemos empezado desde el Miércoles de Ceniza: La Cuaresma.
Es bien sabido que en varios países del continente, en especial los Estados Unidos y El Salvador, han comenzado con mucha fuerza las campañas políticas. Cada cosa en su lugar y en su tiempo. Debemos tomar con mucha seriedad estos cuarenta días para prepararnos espiritualmente. Nuestra atención debe ir dirigida directamente a Jesucristo, El Salvador y Redentor del mundo.
La Cuaresma dura 40 días. Empezó el Miércoles de Ceniza y termina el Domingo de Ramos. La Cuaresma es el mejor tiempo para que regresemos a Dios, para arrepentirnos de nuestros pecados y cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo. El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En esta, se habla de los cuarenta días de deluvio, de los cuarenta años de marcha del pueblo Judío por el desierto, de los cuarenta días de Moíses y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 40 años que duró la estancia de los Judíos en Egipto.
También es un gran oportunidad para colaborar con la campaña Diocesana en ayuda a las obras del Obispo o “Bishop’s Lenten Appeal” (BLA).
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