Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Hoy aunque no estamos celebrando el día de la tercera edad, ni la fiesta de las canitas doradas o plateadas, deseo hacer un gran homenaje a nuestros abuelitos o ancianitos queridos. Con mucho cariño y respeto les llamamos nuestros “viejitos queridos”.
Una vez un periodista en Colombia entrevistó a mi abuelito sobre la ancianidad: “¿Cuéntenos estimado Señor, para usted que es la vejez o un anciano o un viejo como suele decirse familiarmente?” El contestó: “Este tema es demasiado complejo y difícil y seriamente intrincado para vivirlo y contarlo a la vez, sin ser narrador de oficio.”
“Empiezo diciendo que el viejo sabe que esta viejo. Nadie puede esconderse de si mismo y ya es bueno decir adiós, a lo más estimable del mundo material, que es la vida. Para no llorar, la vejez, la considero advenediza, algo que llega sin pedir permiso, inadvertidamente y entonces la voy tomando como un interrogante.”
“ El viejo pierde los valores personales: el vigor vital, aparecen las arrugas, las canas, se carece de significado y se convierte en estorbo. La vejez no se puede definir, solo se puede explicar por medio de una serie de ejemplos y situaciones particulares y especiales.”
“La vejez trae acompañantes irónicos, pero hasta ahora, no la considero dura; no es fatigante, no extorsiona, no envilece, no es orgullosa, mas bien es áspera, añorante, desdibujada, retraída, interrogante y aflictiva si se recarga mucho de enfermedades. Al viejo se le conoce por los derruidos muros de su alma, por las profundas averías de su corazón o por la rota voluntad en quebrantos.”
“El comer es poco, me gusta rezar, oír la música de antaño y regresar con los recuerdos al pasado. Entre paréntesis, se que estoy viejo y que ya voy para muy lejos cuando mi lindos nietos y biznietos me dicen “Abuelito”, mas no carcome este antiguo trato familiar. El ser humano hay que medirlo individualmente; su salud, su modo de ser, su carácter, su personalidad, su talento, todo depende del medio y sus haberes intelectuales y económicos”.
El poeta colombiano Epifanio Mejía dice del abuelo: “Ahogado, sentido profundo sollozo, el viejo a los vientos les da y vuelve enseguida su pálido rostro y triste y sombrío prosigue su andar. Miradlo… camina, camina en silencio. Le sirve de apoyo su negro bordón, se ve sobre el llano cual lúgubre espectro y triste y sombrío prosigue su andar.”
Por eso hoy cuando veas un viejito o un abuelito dale un abrazo o regálale una sonrisa. Ellos son un regalo del cielo.
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