Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Los únicos que deben parecerse a sus padres deben ser los hijos. En muchas ocasiones cuando en broma le decimos a los amigos que sus hijos son fotocopias genéticas pues son tan parecidos, los papás se alegran, pues saben y entienden que son carne de su propia carne.
En esta época de grandes cambios, presiones, tendencia y modas debemos aceptar y darnos cuenta de que cada persona fue hecha por Dios, nuestro Padre Creador. Cada uno de nosotros tiene un llamado único y personal en la vida, somos irrepetibles, parecidos pero con un alma diferente y única. Es por eso que debemos ser nosotros mismos y no la copia de otros. Este es un llamado a la autenticidad y a querernos como somos, como Dios nos creó.
Muchas personas en este mundo viven amargadas, doloridas y enojadas consigo mismo y aunque usted no lo crea enojadas hasta con el mismo Dios pues querían ser diferentes y hechas a su propia manera. Nunca han aceptado su personalidad, su apariencia física y de allí viven una doble vida sicológica y social. El llamamiento de Dios en nuestra vida es provisión en nosotros. No es necesario imitar los patrones de nadie. La forma en que Jesucristo trata a los demás no tiene nada que ver con nuestro propio llamado en la vida, ni con el tiempo, ni con la guía de Dios para nosotros.
Siempre podremos encontrar alguien más guapo, mujeres más bellas, personas más inteligentes, alguien más rico, más pobre o con mayor o menor habilidad que nosotros. Sin embargo, como sean los demás, qué tenga y qué suceda en sus vidas no debe afectarnos. En Gálatas 6, 4 se nos exhorta: “Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro”.
Dios lo hizo a usted de cierta manera: único y especial. Imitar a otros es engañarse y salirse de la plenitud de lo que Dios lo llama a ser y a hacer. Es posible que usted quisiera ser o parecerse a Marilyn Monroe, Shakira, Ricky Martín, Enrique Iglesias, Celine Dion, Eva Méndez, Angelina Jolie, Brad Pitt, Eva Longoria, Eduardo Verástegui, Antonio Banderas, Plácido Domingo o el artista famoso de su película o telenovela favorita, pero no se haga ilusiones. Sea usted mismo, disfrútese y acéptese tal como es y así vivirá con una paz y una gran sonrisa. Lo que vale es lo de adentro no el caparazón de afuera.
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