Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Recién terminado mi Doctorado en Teología en la Unión Católica Teológica de Chicago, Illinois en los Estados Unidos y con unos cuantos meses de haber sido ordenado sacerdote con la comunidad de los clérigos de San Viator en Bogotá, Colombia, fui enviado con dos seminaristas más a la ciudad de Atanquez en el departamento del Cesar, al realizar una misión pastoral en la Semana Santa.
Era la primera vez que iba a un lugar de misión en mi propio país Colombia. Como dije anteriormente recién llegaba de Estados Unidos y lo que me habían hablado de Atanquez me daba la impresión de que era un pueblo como el que describe el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, “Macondo”. En verdad tenía muchas expectativas pues también era la primera vez que iba a tener una experiencia con la población de la Sierra Nevada y con la Costa Atlántica.
Llegamos después de un largo viaje desde Bogotá a la capital del Cesar, Valledupar. Luego de una corta visita con el Obispo de aquel entonces nos trasladamos entre verdes montañas y caminos polvorientos a la tan esperada Atanquez. Para nuestra gran sorpresa llegamos a una pequeña ciudad muy pintoresca y hermosa, la Iglesia de aquel entonces; San Isidro Labrador, llevaba más de un año cerrada por la ausencia de un sacerdote. Pues había una leyenda de que varios sacerdotes que llegaban a la población eran seducidos por la belleza de las diosas de Atanquez.
Fuimos recibidos por la gente con gran amabilidad, nos instalamos en la casa cural y cada día una familia se hacia cargo de nuestros alimentos y de hacernos sentir en casa. Diez días se convirtieron en una multitud de bellos recuerdos, ha sido una de las experiencias más maravillosas que he llevado toda mi vida grabada en mi corazón.
Allí tuve la oportunidad de conocer a la familia Gutiérrez Pacheco, formada por Tobías Rafael Gutiérrez (fallecido), y la Señora Carmen Dolores Pacheco y sus doce hijos entre ellos mi gran amigo Walter. Inmediatamente en aquel entonces la considere mi familia en Atanquez, pues yo también vengo de una familia igual de numerosa.
Los fundadores de esta bella población tuvieron mucha razón al llamarla Tukaka ya que su significado concuerda con sus pobladores que se destacan por ser trabajadores, luchadores y defensores de los derechos de los indígenas. Hoy Atanquez hace parte del recién creado resguardo Kankuamo.
Su riqueza además de su bella gente es la cultura musical, sobre todo de carácter indígena. Los principales aires musicales son El Chicote y La Gaita. Al llegar a Atanquez encontremos una gran ciudad llena de esperanza y de grandes sueños con hombres y mujeres luchadores de nuevos cambios y del anhelado progreso y sobre todo disfrutaban de la gran música vallenata como la colección Mi canto para todos ya conocida por todos a nivel internacional interpretada por el profesor Rafael “El Ñeko” Gutiérrez. Desde Washington los invito a que conozcan a Atanquez, la tierra de los Dioses de la luz y el encanto.
2 comentarios:
Tenemos suerte que al Padre Hoyos no se nos lo quedaron las diosas de Atanquez. Por cierto, San Isidro Labrador, es el santo patrón de la capital de España, Madrid, aun que alla de labrados, ya no hay muchos.
Hola Padre dede Atanquez gracias por sus palabras y a los demas los invitamos a este hermoso paraiso que DIOS nos brindo como hogar www.atanquez.com
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