Por el Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
13 de noviembre de 2008
Aunque en las diferentes etapas de nuestra vida, nos volvemos rebeldes con nuestro crecimiento espiritual, todos tenemos un momento en nuestras vidas donde empezamos a reflexionar y nos hacemos dóciles a la voz de Dios.
Cuando Dios os llama en el momento en que Él quiere, en el momento de Él, empezamos a sentir un gran cambio y viene paulatinamente la renovación y la felicidad a nuestras vidas. Jesús de Nazaret entonces, nos empieza a tomar en sus manos divinas de Padre amoroso, misericordioso y compasivo, y se convierte en un arquitecto de almas y en un alfarero divino. Toma entonces en sus manos rotas y divinas, los pedazos de nuestras vidas destrozadas por el pecado y en esas manos poderosas hace con nosotros una nueva obra y nos da una nueva vida.
El profeta Jeremías (18, 2-6) nos dice: "Levántate y vete a casa del alfarero y allí te haré oír mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él hacía obra sobre la rueda. Y el vaso que él hacía de barro se quebró en la mano del alfarero; y tomó e hizo otra vaso, según que el alfarero pareció mejor hacerlo. Entonces fue a mí palabra de Dios diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Dios. He aquí, que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel."
No importan las cosas y las circunstancias que obren en su vida, no hay cosa alguna que sea imposible para Dios. Si su vida ha fracasado, se ha echado a perder, si usted se ha alejado de la Iglesia, está en los vicios, Dios puede hacer una nueva obra con usted, lo mismo que el alfarero hace con el barro que se descompone en sus manos. Las obras que Cristo hace con nosotros los humanos son cosas muy hermosas. El alfarero divino se especializa en reconstruir lo que parece no tener remedio.
Dios quiere que tengamos un corazón moldeable en sus manos, como el barro, que sea de acuerdo a lo que Él piense que es mejor, no lo que nosotros pensamos y que encualquier situación, momento o lugar, sea moldeado dea cuerdo a su palabra y que dejemos de ser necios y duros de corazón. El día de hoy tú puedes decidir ser un cántaro que Dios va a destruir o ser una pieza de barro que Dios va a moldear a través de su disciplina y que al final producirá una cosecha de paz y justicia en cada uno de nosotros.
En realidad el camino espiritual de nosotros los católicos es un trabajo de escultura que pide entrega, paciencia, humildad y amor ilimitado. Ante un bloque de mármol cualquiera ve simplemente eso: mármol, mientras el artista ve una mujer danzando, un pensando, o una pareja enamorada. De eso nos habla la narración del niño que cierto día entró al estudio de un gran maestro y vio un pesado bloque de mármol. Pasaron los meses, regresó y preguntó al artista: ¿Y tu cómo sabías que adentro estaba una bailarina? Esta capacidad de ver lo que otros no ven es lo que marca la diferencia entre el que avanza y el que se queda estancado.
Para ver y sentir así necesitas una labrado de escultura contigo mismo, necesitas modelar tu propia estatua espiritual. Es una exigente labor de pulimento que pide quitar todo lo que sobra, todo lo que te quita libertad y vuelo. Deja que las manos de Dios, el alfarero, haga de ese mármol de tu vida actual una verdadera obra maestra espiritual.
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