miércoles, noviembre 12, 2008

Leamos "Las Confesiones de San Agustín"

Por el Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
13 de noviembre de 2008

Los católicos hoy más que nunca debemos enterarnos y aprender sobre la vida de los Santos y sus bellas obras. En la historia de nuestra Iglesia han existido magníficas obras en que los Santos Padres han ilustrado la Iglesia y que la divina sabiduría ha concedido a los fieles para su enseñanza, puede darse el primer lugar a las Confesiones del gran padre San Agustín.

Bien sabido es que esta obra excelentísima la escribió el Santo Doctor para alabar la justicia y la misericordia de Dios por los bienes que le había comunicado y por los males de que le había liberado y eximido, o con que le había castigado y también para levantar hacia Dios el espíritu y corazón de los que la leyeron, como el mismo dice de sus "Retractaciones".

Por todo lo cual, no solamente ha gustado en todo tiempo y ha sido las delicias de toda suerte de personas, de cualquier estado, edad, sexo y condición, sino que todos confiesan que la primera vez que la leen experimentan en su alma un pesar y sentimiento de no haber saboreado antes una lectura tan singular y excelente. El gran protagonista de las Confesiones es Dios. La obra está escrita como continúa oración de San Agustín a Dios.

Pocas personas han amado, pensado e inspirado a tantos como lo hizo San Agustín en el siglo IV. Lo hizo y lo sigue haciendo, puesto que sus libros se siguen leyendo y siempre llegan al alma. En especial en las Confesiones, San Agustín narra sus devaneos con el mal, sus coqueteos con el bien y su conversión. "Solo en Dios encuentras el descanso supremo y la vida sin perturbación."

Afirmación que lo lleva a uno de la mano a otra semejante y en la que vale la pena meditar: "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro pensamiento está inquieto hasta que descanse en ti" y otro más: "Te buscaba, Señor, fuera de mi; pero tu estabas dentro de mi, más íntimo que mi propio yo." Más que un templo material Dios mora en ti.

Ámalo, vívelo, siéntelo y síguelo. Contigo mi espíritu se siente ligero y feliz, la esperanza abre vastos horizontes y me acerca a tu luz. A tu lado dejo las preocupaciones y las ansias y se que nada debo temer porque nunca me dejas. Eres mi escudo protector y mi paz. Nada temo porque vas conmigo, me conduces hasta fuentes tranquilas, reparas mis fuerzas, eres mi buen pastor.

No hay comentarios.: