Por el Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
13 de noviembre de 2008
Los católicos hoy más que nunca debemos enterarnos y aprender sobre la vida de los Santos y sus bellas obras. En la historia de nuestra Iglesia han existido magníficas obras en que los Santos Padres han ilustrado la Iglesia y que la divina sabiduría ha concedido a los fieles para su enseñanza, puede darse el primer lugar a las Confesiones del gran padre San Agustín.
Bien sabido es que esta obra excelentísima la escribió el Santo Doctor para alabar la justicia y la misericordia de Dios por los bienes que le había comunicado y por los males de que le había liberado y eximido, o con que le había castigado y también para levantar hacia Dios el espíritu y corazón de los que la leyeron, como el mismo dice de sus "Retractaciones".
Por todo lo cual, no solamente ha gustado en todo tiempo y ha sido las delicias de toda suerte de personas, de cualquier estado, edad, sexo y condición, sino que todos confiesan que la primera vez que la leen experimentan en su alma un pesar y sentimiento de no haber saboreado antes una lectura tan singular y excelente. El gran protagonista de las Confesiones es Dios. La obra está escrita como continúa oración de San Agustín a Dios.
Pocas personas han amado, pensado e inspirado a tantos como lo hizo San Agustín en el siglo IV. Lo hizo y lo sigue haciendo, puesto que sus libros se siguen leyendo y siempre llegan al alma. En especial en las Confesiones, San Agustín narra sus devaneos con el mal, sus coqueteos con el bien y su conversión. "Solo en Dios encuentras el descanso supremo y la vida sin perturbación."
Afirmación que lo lleva a uno de la mano a otra semejante y en la que vale la pena meditar: "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro pensamiento está inquieto hasta que descanse en ti" y otro más: "Te buscaba, Señor, fuera de mi; pero tu estabas dentro de mi, más íntimo que mi propio yo." Más que un templo material Dios mora en ti.
Ámalo, vívelo, siéntelo y síguelo. Contigo mi espíritu se siente ligero y feliz, la esperanza abre vastos horizontes y me acerca a tu luz. A tu lado dejo las preocupaciones y las ansias y se que nada debo temer porque nunca me dejas. Eres mi escudo protector y mi paz. Nada temo porque vas conmigo, me conduces hasta fuentes tranquilas, reparas mis fuerzas, eres mi buen pastor.
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