jueves, febrero 26, 2009

Anestesia moral de los Católicos

Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
26 de febrero de 2009

Los católicos hoy en día debemos ser más fieles y leales a las enseñanzas de la Iglesia. Si actuamos de una forma contraria desobedecemos la Ley Divina, debemos luchar para que nuestra feligresía se eduque más en los principios que defienden a los más débiles, los desprotegidos, los encarcelados, los enfermos terminales y sobre todo a los inmigrantes indocumentados; no olvidemos que la mayoría de ellos profesan la fe Católica.



Igualmente no podemos descartar o desconocer que detrás de la mentalidad contraceptiva y antinatalista, tanto natural como sobrenatural, hay una lógica y una raíz: la lógica de la antivida y la raíz del rechazo de Dios como Dios.

En el discurso a los Obispos de Canadá en visita ad limina en 1993 se nos dice: “una legislación que contradiga algunas verdades morales esenciales respecto al don supremo de la vida abre el camino a formas nuevas de totalitarismo que, por la negación de la verdad trascendente, destruyen la autentica dignidad”.

El homicidio y el suicidio son tan viejos como la existencia del hombre. Desde la primera sangre humana derramada injustamente sobre la tierra, la de Abel, hasta hoy, pasando por todas las guerras que ha habido, sobre todo las mundiales que llaman mas la atención. Parecería que ha sido violado repetidamente el quinto Mandamiento de la Ley de Dios.

Muchas ideologías cultivadoras de la muerte han contribuido en el plano teórico, intentando promocionar apoyo y sustento “filosófico” a la práctica de la muerte del hombre a manos del hombre y pienso en Hegel, Marx, Nietzsche, Heidegger, Sartre entre otros.

Tampoco la medicina y la ciencia, en parte, ha quedado sin ser manoseada por la mentalidad antivida. Se repite en pleno siglo XXI lo que pasaba en Esparta hace mas de 2, 500 años. No podemos permitir que la Eutanasia y el aborto deformen la conciencia de los creyentes. Una buena muerte es la del que muere en gracia de Dios, es decir, la de aquel que cuando le llegue la hora ha trabado durante su existencia terrena una fuerte amistad con Dios, que lo llenará de gozo eternamente.

Desde que Dios hecho hombre sufrió como los hombres, el sufrimiento humano y la misma muerte han adquirido una dimensión divina. También en nuestro sufrir y en nuestro morir debemos imitar a Dios. Ante Dios los débiles, minusválidos y enfermos son los grandes amados, los preferidos. La vida y todo lo que en ella ocurra. La vida y la muerte: somos responsables ante Dios. Ante aquel que dijo de si: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14, 6).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Padre...y no se olvide de las atrocidades cometidas en nombre de la cruz...no voy a elaborar,pero: "el que este limpio de culpa que tire la primera piedra".