Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Estos días antes de celebrar el Miércoles de Ceniza en diferentes partes del mundo incluido los Estados Unidos, se estarán celebrando la fiesta de “Mardi Gras” y los famosos y escandalosos carnavales de Rio de Janeiro y en Barranquilla Colombia, lógico sin olvidar el relajo y la perdición que se celebran en New Orleans luego asustada y castigada por el huracán Katrina.
Antes de comenzar a celebrar el tiempo de la Cuaresma que nos invita a la conversión, a la oración y al arrepentimiento es muy importante que en este tiempo nos dejemos llevar de nuestra madre del cielo la Virgen María, pero a mi memoria me viene la imagen de la Santísima Virgen de Medjugorje; cuantas personas han visitado este santo lugar de peregrinación mariano y han regresado a sus hogares cargados de infinitos regalos espirituales alcanzando la paz en sus corazones, aprendiendo a perdonar y empezando una nueva vida maravillosa.
A través de la virgen de Medjugorje ella como madre nos hace amar a Dios con más fervor y con un mayor deseo de vivir en intimidad con Él, mas allá de las preocupaciones y dificultades que nos agobian.
Cada peregrino de una u otra forma se ha dejado llevar por el destello de innumerables luces en el firmamento donde siempre cargada de mensajes de paz, amor y esperanza. Lástima que todavía para muchos cristianos incluidos sacerdotes, religiosos, filósofos y teólogos su falta de fe no les acerque a la verdad de cómo Cristo y María están vivos.
¿El Antiguo Testamento no está acaso colmado de maravillas de Dios? ¿Y Jesús no inicio su ministerio público con un milagro en las bodas de Caná? Los milagros forman parte integrante de sus esfuerzos por llevar al pueblo a la fe, confirman la veracidad de sus palabras e imprimen un sello incomparable a su mandato divino.
En Medjugorje, cuando María dice a todos “orad, orad, orad”, indica con esto que toda alma está invitada a conocer las profundidades insondables de la unción con Dios, a través de mi comunicación personal en la oración con María y su hijo Jesús. La Virgen María representa por supuesto el cumplimiento más perfecto de esta identificación con Cristo. Por siempre me declaro sacerdote Mariano desde Fátima hasta Medjugorje.
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