Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
26 de febrero de 2009
San Mateo 8: 17 nos dice: “El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades”. Jesús es el Divino Maestro que humildemente y con mucho amor se convierte en la Divina Fuerza que ha venido a recoger y a llevarse toda nuestra basura; pecados, enfermedades, tristezas, miseria, angustias, problemas y desesperación, falta de sentido a la vida y todo lo que no nos deja vivir.
Jesús quiere llevárselo todo hoy y que tú quedes completamente limpio y nuevo espiritualmente. “¿Qué Dios hay como Tú que quite la iniquidad, la rebeldía y el pecado? Tú no mantienes tu cólera por siempre, pues eres un Dios que te complaces en el amor. Tú te vuelves a compadecer siempre de nosotros y pisoteas nuestras iniquidades. Tu arrojas hasta el fondo del mar todos nuestros pecados (Miqueas 7, 18-19).
Lo único que nos pide Cristo es que pongamos todas nuestras miserias en su lugar: a los pies de Su Cruz, para que con Su Sangre Redentora sean destruidas. Quizás este es el paso más difícil para cambiar nuestra vida, en la Cuaresma que ya se acerca y donde desde ahora nos estamos preparando frecuentando el Sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía, debemos renunciar a las cosas y pasiones pasajeras para buscar la serenidad y seguridad que sólo la vamos a encontrar en Dios.
Así puede ser que en este tiempo dedicado a la reflexión, Dios te pida que dejes un vicio, soberbia, ira, gula, lujuria, adicciones, el deseo de venganza o el resentimiento hacia alguien; o también a dejar atrás el apego por un proyecto de vida, que aun siendo bueno es lo que Dios quiere de ti, o quizá fue algo que sirvió para un momento determinado, pero Jesús te esta pidiendo dar un nuevo paso y seguir adelante hasta encontrar paz y tranquilidad.
Todo fracaso y todo problema esconden valiosas enseñanzas en el arduo ascenso humano hacia la madurez espiritual. En el lenguaje de San Juan de la Cruz, el místico carmelita, diríamos que no se llega a la luz sin pasar por la noche oscura. Por eso es tan importante enriquecer el Espíritu por todos los medios, para no naufragar cuando arrecia el temporal.
En definitiva, temprano o tarde, aprendamos que el tesoro está en crecer espiritualmente. Igualmente entusiasmémonos en colaborar con la Campaña Cuaresmal del Obispo, recuerda, obras son amores.
Arlington Catholic Herald
26 de febrero de 2009
San Mateo 8: 17 nos dice: “El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades”. Jesús es el Divino Maestro que humildemente y con mucho amor se convierte en la Divina Fuerza que ha venido a recoger y a llevarse toda nuestra basura; pecados, enfermedades, tristezas, miseria, angustias, problemas y desesperación, falta de sentido a la vida y todo lo que no nos deja vivir.
Jesús quiere llevárselo todo hoy y que tú quedes completamente limpio y nuevo espiritualmente. “¿Qué Dios hay como Tú que quite la iniquidad, la rebeldía y el pecado? Tú no mantienes tu cólera por siempre, pues eres un Dios que te complaces en el amor. Tú te vuelves a compadecer siempre de nosotros y pisoteas nuestras iniquidades. Tu arrojas hasta el fondo del mar todos nuestros pecados (Miqueas 7, 18-19).
Lo único que nos pide Cristo es que pongamos todas nuestras miserias en su lugar: a los pies de Su Cruz, para que con Su Sangre Redentora sean destruidas. Quizás este es el paso más difícil para cambiar nuestra vida, en la Cuaresma que ya se acerca y donde desde ahora nos estamos preparando frecuentando el Sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía, debemos renunciar a las cosas y pasiones pasajeras para buscar la serenidad y seguridad que sólo la vamos a encontrar en Dios.
Así puede ser que en este tiempo dedicado a la reflexión, Dios te pida que dejes un vicio, soberbia, ira, gula, lujuria, adicciones, el deseo de venganza o el resentimiento hacia alguien; o también a dejar atrás el apego por un proyecto de vida, que aun siendo bueno es lo que Dios quiere de ti, o quizá fue algo que sirvió para un momento determinado, pero Jesús te esta pidiendo dar un nuevo paso y seguir adelante hasta encontrar paz y tranquilidad.
Todo fracaso y todo problema esconden valiosas enseñanzas en el arduo ascenso humano hacia la madurez espiritual. En el lenguaje de San Juan de la Cruz, el místico carmelita, diríamos que no se llega a la luz sin pasar por la noche oscura. Por eso es tan importante enriquecer el Espíritu por todos los medios, para no naufragar cuando arrecia el temporal.
En definitiva, temprano o tarde, aprendamos que el tesoro está en crecer espiritualmente. Igualmente entusiasmémonos en colaborar con la Campaña Cuaresmal del Obispo, recuerda, obras son amores.
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