Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Arlington Catholic Herald
12 de marzo de 2009
Esta es una de las miles de preguntas que los cristianos hoy en día se hacen para valer la cantidad de excusas para no asistir a la Iglesia.
¿Para qué vamos a la Iglesia, dicen algunos, si en nuestra propia casa podemos orar, hablar con Dios y confesarnos con Él y para eso no necesitamos ir a la Iglesia ni si quiera ver a un Sacerdote? Primero que todo, vamos a la Iglesia porque Cristo es para todos, Él nos invita a compartir su banquete Eucarístico (Cuerpo y Sangre) somos invitados al gran ágape o fiesta en acción de gracias por el sacrificio que Él hizo por nosotros.
En la Iglesia que es la casa del Señor se encuentra el Santísimo Sacramento. Porque la salvación no es individual sino colectiva. En realidad vamos en familia juntos porque tenemos un padre en común: Cristo Jesús y una misma madre: María Santísima. No desconocemos que adoramos a Dios en todo momento porque la semana tiene siete días y estos 24 horas.
Vamos a la Iglesia a edificarnos si, es cierto que los hermanos Católicos somos universales y nos reunimos para edificarnos. Lo hacemos al vivir con plenitud los 7 Sacramentos, al escuchar la palabra, la homilía y cuando recibimos la Santa Comunión. San Pablo a los Romanos nos dice: “también nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás, tenemos dones diferentes, siguen la gracia que se nos ha dado” (Romanos 12: 5-6). Siempre en la catequesis hemos dicho que la Iglesia no es el edificio, son cada uno de las personas que se juntan para orar, para tener un encuentro personal con Dios.
Un día en particular, los amigos de Jesús estaban juntos y un milagro maravilloso sucedió. La gente de muchos diferentes países estaba en la ciudad. Hablaban idiomas diferentes. Cuando el amigo de Jesús, Pedro, habló, ellos podían oírlo en su idioma. ¡Toda la gente entendía en su propio idioma! Pedro les dio su testimonio de cómo Jesús había cambiado su vida y de cómo Jesús era la única manera para ir al cielo. Cuando la gente oyó esto, más de 3 mil creyeron en Jesús ese día. Después de que esto sucedió, la gente quería juntarse para aprender más de Él. Querían ir a la Iglesia para llenarse de su palabra y alimentos sagrados para amarse los unos a los otros y sobre todo para orar.
La Iglesia es la casa de Dios, cuando en ella rezamos, estamos, hablando con Él y Él siempre nos escucha. Jesús enseña que el Templo de Dios es, en primer lugar, el corazón del hombre que ha acogido su palabra. Hablando de Si y del Padre dice: “vendremos a Él, y haremos morada en él” (Juan 14, 23), y San Pablo escribe a los cristianos: “¿No sabéis que sois santuario de Dios?” (1 Corintios 3, 16).
Vamos a la Iglesia, ojalá no solo el domingo, sino cada día a dar gracias a Nuestro Señor por todo lo que el nos da, puede ser aunque sea una visita en silencio ante el Santísimo y si vamos hagámoslo con mucha devoción y respeto. No olvidemos es la Casa de Dios.
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