Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Todos los seres humanos hemos tenido la oportunidad de ver un bebé o un niño dormido, y dentro de esa pequeña figurita hemos visto la cara de satisfacción de un bebé, donde muchas veces hemos comentado que ese niño tiene un sueño angelical y que inspira mucha paz.
Desde que hace varios años tuve la oportunidad de conocer la patrona de los puertorriqueños, me llamó mucho la atención la imagen de la Divina Providencia donde la Virgen María tiene entre sus piernas al Niñito Jesús que placidamente y cariñosamente está disfrutando de su madre con un sueño que da la impresión que no quisiera despertar o que nadie lo moleste. En su posición de descanso demuestra que al cuidado de una madre se siente bastante seguro. Y esa es una gran realidad ante los brazos de Jesús y María encontramos una gran seguridad y confianza.
Cada ser humano es como un bebé dormido o lleva dentro de el una chispa de inocencia o lo que llamamos “niñerías.” Con nuestras cosas o actuaciones infantiles siempre guardamos esos recuerdos o memorias del pasado. El verdadero yo de algunas personas es como un pequeño niño dormido que ansia crecer pero está atado. Los frena la programación heredada de sus padres y de adultos que a su vez la recibieron de otros. La culpabilidad no arregla nada y lo que hay que hacer es perdonar, liberar el bebé interior y lanzarse a explorar la vida.
Recordamos que cuando Jesús nos invita a ser niños no es para que seamos “infantiles” o retrocedamos al pasado, es a que seamos dóciles, humildes y transparentes. “Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: de cierto os digo, que si no os volvéis y hacéis como niños no entrareis en el reino de los cielos. Así que cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18: 2-4). Nuestra actitud no sólo debe ser infantil como uno sencillo, inocente y santo, sino también con quien se humilla a sí mismo perdiendo su identidad.
No olvidemos aquellas palabras de Jesús cuando dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, y tomé su cruz, y sígame” (Mateo 16: 24). No nos llenemos de grandeza, más bien humillémonos y seamos pequeños para que a la vez seamos personas de mayores cuidados de parte de Dios, Nuestro Padre. No olvidemos aquellos versos relacionados con “sus pequeños” como Mateo 18: 6. Examínate bien y encontrarás ataduras y apegos que te impiden ser todo lo que puedes ser. Si das ese primer paso has crecido y vas por un buen camino. Despierta y mira todo con ojos de niño bueno. Preguntémonos ¿Por qué será que los niños que están dormidos se sonríen?
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