Por Padre José E. Hoyos
Arlington Catholic Herald
23 de octubre de 2008
Ha llegado el momento de compartir el mundo cuyo dueño es el mismo creador y dueño del universo: Dios. Por tantas generaciones el hombre siempre se ha destacado por su egoísmo, falta de amor, de solidaridad, comprensión, respeto a la propiedad privada, a los derechos humanos etc. El mundo que Dios nos ha prestado es para compartirlo no para adueñarnos y establecer fronteras o colocar grandes muros que nos dividan y que luego nos hacen sentir inferiores y los del otro lado superiores.
El mundo como esta hoy en día debe estar en armonía, en paz donde verdaderamente exista un cordial entendimiento. Por eso en la medida que describimos lo que tenemos en común con otra persona, nuestra confianza empieza a crecer y tal vez vacilantemente, empezamos a compartir más profundamente nuestro propio mundo. Si nuestros pensamientos son recibidos con reverencia y cuidado, podemos arriesgarnos a ir más allá y compartir nuestros temores mas profundos, frágiles sueños, errores, heridas y aun nuestra culpa que dice: “lo siento, perdóname”.
Acá y en el más allá creamos el cielo o el infierno con el amor o el desamor. Cada quien sea egoísta o generoso, elige luz o sombra, con sus buenas o malas acciones. Lástima que algunos han olvidado que en esta vida están programando la venidera según una ley de la siembra que siempre se cumple. Lástima que actúen como si no existiera un más allá y que aquí y allá recogemos lo que cultivamos. De lo contrario nos estaría jugando con nosotros.
No, la justicia divina no está viciada por la impunidad que reina en la tierra y basta esperar un poco y ver como “el camino del impío acaba mal”. Hay que insistir hoy con fuerza en ese respeto sagrado que en las Sagradas Escrituras se llama “temor a Dios” y que es uno de los dones y frutos del Espíritu Santo, y que los abuelos resumían en esta frase: “de Dios nade se burla”. El infierno si existe y en el hay que compartir el calor y la humillación a la fuerza. No es un lugar sino un modo de vida signado por el desamor.
¿Qué sentido entonces vivir desde ya ese infierno? Lo sensato es tratar a los otros como queremos que ellos nos traten y vivir en el cielo del amor y de la luz. Estemos seguros de que “con la misma medida que midamos seremos medido”. Ah y no olvides no atesores riquezas en la tierra porque cuando te mueras no te llevaras nada, solo el alma será tu boleto de entrada a la vida eterna. Por eso desde ya comparte con los demás.
Foto: Dia de las Madres en la frontera EEUU-Mexico
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