Por el Rev. José Eugenio Hoyos
Cuando voy de visita a inaugurar una obra de caridad o llevar ayuda a los niños y jóvenes con las becas estudiantiles en Centroamérica o Suramérica hay algo que me llena de mucha curiosidad y es el ver los vendedores ambulantes y en las esquinas o en medio de las calles a los malabaristas. Por ejemplo, en las principales vías de San Salvador y de Cali en Colombia, me impresiona ver los malabaristas haciendo sus presentaciones con las antorchas encendidas y llenas de gasolina sus bocas, semejándose a los dragones chinos enfurecidos ante sus enemigos. Los encontramos de muchas variedades y en diferentes shows que llaman la atención a grandes y chicos que a través de las ventanas de los autos observan asombrados la osadía y la habilidad de estos artistas callejeros. Aunque me parece un poco peligroso y dañino para la salud el ingerir gasolina y luego hacer llamaradas en el aire, no deja de tener un sentido de belleza, de arte y de emoción. Se encuentran ya en diferentes partes del mundo y hasta aquí en los Estados Unidos, lógico no en la mitad de las calles, sino en algunos parques -- malabaristas con pelotas, bolas de todos los colores, aros o anillos, machetes, platos chinos, espadas, cajas de cigarrillos, y payasos en zancos altísimos -- todo un show urbano.
El malabarismo definitivamente va más allá de la afición y diversión. Posee propiedades interesantes y suficientemente simples, además proporcionan un contexto de estudio, superación, agilidad, gimnasia, etc. Estos contextos sirven para 3 tipos de estudios del malabarismo: el estudio de movimiento humano y la coordinación de las extremidades, la robótica y la construcción de maquinas que sean capaces de hacer malabarismo, que son una buena prueba de los verdaderos principios mecánicos de tiempo y control. El tercero es la matemática.
El malabarismo es una tradición muy antigua. En Egipto, en los tiempos del Príncipe Beni Hassan (1744 a 1781 AC) ya se conocían mujeres que hacían malabarismo. Otra fuente de información es el Talmud donde se hace referencia a un rabino que, dice, hizo malabares con ocho antorchas encendidas y también con vasos de vino sin derramar ninguna gota. En 1930 en gran parte de Europa y Norteamérica se hizo muy popular el “espectáculo de variedades” entre las clases medias-altas, que sacó a los malabaristas de las calles y cárceles europeas y los hizo trabajar en teatro y circos.
Hablar de los malabaristas me trae grandes recuerdos de mi infancia ya que cuando éramos muy pequeños nuestros padres nos llevaban al circo con el fin de divertirnos pero más que los leones, los chimpancés, los elefantes, los payasos, lo que más me llamaba la atención eran los acróbatas y los malabaristas, pues ellos me trasportaban a una sana fantasía y me abrían la imaginación. Ahora y hoy en día los malabaristas tienen la palabra, pues es una forma de ganarse la vida honradamente.
1 comentario:
buenisimo!
soy malabarista y colombiana!
saludos!
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